Eugenio obtuvo el apoyo del emperador y los austríacos se apresuraron a contratar tripulaciones en los Países Bajos.Los aliados de Austria eran Rusia —que se limitó a mantener una prudente línea de defensa— y Polonia; ambas estaban todavía enfrascadas militarmente en la Gran guerra del Norte contra Suecia y su rey Carlos XII.[4] Emprendió la marcha hacia el suroeste, en dirección a Belgrado, con unos setenta mil hombres, antes de que todo el ejército se hubiese reunido.Pretendía llegar a la ciudad y comenzar el asedio lo antes posible, antes de que las tropas otomanas pudieran reforzar la plaza.Eugenio eligió la ruta directa, cruzando el río Sava, aunque este lado era en el que la fortaleza tenía más recias defensas.[5] Por consejo de uno de sus generales, Eugenio optó por cruzar el Danubio, acercándose a Belgrado por el este y la retaguardia enemiga; sorprendió así a los otomanos, que no esperaban que los austríacos se presentasen por ese lado.Estableció el primer campamento en Višnjica, un lugar elevado a unos cinco kilómetros de Belgrado.[5] Eugenio desplegó su artillería mientras las tropas imperiales comenzaban a cavar trincheras en un doble semicírculo, desde el Danubio hasta el Sava: el interior debía servir para estrechar el cerco a la fortaleza y el exterior, para protegerse de posibles intentos enemigos de socorrer la plaza.Además, se despachó al conde von Hauben para que estableciera una cabeza de puente al oeste del Sava, con el fin de asegurar el abastecimiento y las comunicaciones con Petrovaradin y mantener el contacto con las tropas apostadas en Zemun.[7] Mustafa estaba dispuesto a resistir hasta que llegase el socorro y pretendía bombardear al enemigo desde la fortaleza, aprovechando su posición elevada.El fuego de los cañones y la malaria diezmaron lentamente las filas del ejército austríaco.Si bien la situación era bastante preocupante para las tropas imperiales, el gran visir decidió esperar y no atacarlo.El príncipe resultó herido, pero sus coraceros y húsares arremetieron con gran fuerza contra los flancos de los jenízaros.El asalto cambió por completo la situación: no solo hizo retroceder al enemigo, sino que permitió a los austríacos tomar las trincheras enemigas, lo que desordenó el campo otomano y precipitó la huida de muchos soldados.[19] Toda la población musulmana, junto con las restantes tropas de la guarnición otomana, salieron ilesas, llevándose consigo lo básico.
Eugenio de Saboya inspeccionando el campo de batalla el 16 de agosto de 1717