Sierra de la Plata

[1]​ Esta leyenda impulsó el descubrimiento y colonización de la cuenca del Río de la Plata, que se suponía era la entrada natural a estos tesoros, aunque finalmente todas las expediciones ingresadas por esta vía concluyeron en continuos fracasos.

[3]​ Juan Díaz de Solís optó por llamarlo Mar Dulce debido a su gran amplitud.

[3]​ Ante este hecho, los demás tripulantes que habían quedado en los navíos decidieron levar anclas y huir rumbo a España.

Uno de ellos fue el portugués Alejo García, quien trabó amistad con los indios tupiguraníes que habitaban en aquella región.

Durante su escala en Pernambuco, al norte del Brasil, Caboto escuchó las primeras versiones sobre una tierra muy rica en metales preciosos ubicada en el interior del continente, a la cual se podría acceder a través de un enorme estuario ubicado más al sur, que se apodaba Río de la Plata, por ser el camino natural a aquellas riquezas.

[1]​ La idea de abandonar la ardua misión original y encaminarse rumbo a las fáciles riquezas del interior sudamericano se impuso rápidamente en la cabeza del veneciano, asumiendo que las autoridades reales serían indulgentes si el botín alcanzado era importante.

Caboto, sin embargo, continuó con su plan e ingresó por el río Paraguay, donde fue detenido por las fuertes correntadas.

Aproximadamente, a la altura del río Pilcomayo, Rifos decidió desembarcar con algunos hombres confiado en la cordial recepción que le habían tributado los indios de la orilla.

En el camino, su flota se cruzó con la de Diego García, sobre la que los indios le habían advertido.

[1]​ En Sancti Spiritu, se encomendó al capitán Francisco César para explorar la región adyacente junto con otros quince soldados.

Este hecho terminó por generalizar el escepticismo entre los capitanes y soldados, debiendo admitir Caboto su fracaso.

Esta situación y el agravamiento de la enfermedad (sífilis) que venía soportando definieron su retorno a Europa, tras una breve escala en Buenos Aires.

[1]​ Mientras tanto, Juan de Ayolas se encontraba más arriba en el río Paraguay, en una tribu de indios payaguas, donde había podido conversar con uno de los hombres que había acompañado a Alejo García y este le resaltó lo dificultosa que había sido la vuelta por el excesivo peso del oro y la plata que transportaban.

[1]​ Ante este desacato, el propio Irala desembarcó seis meses después en Buenos Aires para efectivizar personalmente dicha orden.

[1]​ Prontamente Álvar Núñez comenzó a preparar las incursiones hacia el territorio del Rey Blanco.

Once meses después fue embarcado rumbo a España en un navío comandado por Gonzalo de Mendoza, sin embargo, en una parte del itinerario, se desató una violenta tormenta que los supersticiosos navegantes interpretaron como un castigo divino y decidieron en consecuencia liberar a todos los prisioneros, los cuales huyeron cada uno por su cuenta.

Ya en España, Álvar Núñez denunció lo ocurrido ante las cortes, aunque nunca obtuvo una resolución al respecto y jamás volvió a América.

Irala envió una comitiva para entrevistar al gobernador del Perú Pedro La Gasca, quien solo se limitó a ordenar que la expedición no avanzara más allá de donde estaban acantonados bajo pena de muerte, lo que determinó el inevitable regreso a Asunción.

[1]​ Irala organizó más expediciones hacia otros lugares legendarios como la "Tierra Rica", la "Laguna del Dorado" o el "Paitití".

Mientras tanto, en España, el rey designó a Juan de Sanabria como nuevo adelantado de la región, sin embargo este falleció en pleno preparativo y fue reemplazado por su hijo Diego, quien finalmente se quedó en Europa pese a que algunos barcos que componían la expedición ya habían partido.

Huallpa comenzó a explotar la plata por su cuenta, sin embargo el secreto se mantuvo durante muy poco tiempo ya que otro indio llamado Huanca, mayordomo del capitán Juan de Villarroel, lo puso al tanto del hallazgo y este a su vez lo informó al capitán Diego de Centeno.

Sin embargo, ni bien se iniciaron los trabajos para extraer la plata, se escuchó una estruendosa voz que dijo: "Ama urquychiqchu qolqeta kay urqumanta, chayqa uqkunapataq", que en idioma quechua significa "No saquen la plata de este cerro porque es para otros dueño” y desde entonces los incas no habían vuelto a tocarlo.

[2]​ En 1542 el rey Carlos I de España decidió eliminar y unificar todas las gobernaciones sudamericanas en un único territorio denominado Virreinato del Perú con sede en Lima.

[1]​ Si bien la ruta Potosí-Buenos Aires era la más directa para el transporte de la plata del Alto Perú hacia Europa, el sistema de flotas y galeones establecido por Felipe II en 1573 imponía que todo el intercambio comercial con América se concentrara en Portobelo (Panamá) y Veracruz (México), por lo tanto, la plata de Potosí debía trasladarse hasta el puerto del Callao (Perú) y desde allí viajar por mar hasta Panamá, donde nuevamente debía trasladarse por tierra hasta Portobelo.

La misma ruta, pero a la inversa, era la que se utilizaba para trasladar los productos europeos hacia el Virreinato del Perú.

Posteriormente, al conseguir su independencia, la República Argentina tomó su nombre del vocablo argentum, que en Latín significa "plata".

Mapa del Atlas Miller (1519) donde se observa la costa de Brasil y la desembocadura de los ríos Amazonas y De la Plata .
Cuenca del Río de la Plata.
Santa María del Buen Ayre, poco después de su fundación en 1536.
Vista de las cataratas del Iguazú , en la frontera entre Argentina y Brasil .
Vista actual de Asunción del Paraguay
Vista actual de Potosí (Bolivia)
Cerro Rico de Potosí, 1715_Grabado B. Lens