[2] En el pensamiento egipcio, la muerte no era un final, sino un pasaje que llevaba de una existencia a otra.
Estos contratos, normalmente estaban escritos en papiro aunque determinados personajes notables, para reforzar su valor, no dudaron en incluirlos en las paredes de sus tumbas.
[5] Entre los ritos funerarios diarios indispensables que los servidores del ka debían realizar se encontraba la invocación de ofrendas, con los alimentos destinados al consumo del ka que se depositaban sobre una mesa de ofrendas.
Además, previendo la posibilidad de que con el paso del tiempo las ofrendas físicas no tuviesen la regularidad deseada, se recurría a la magia.
Para finalizar el culto diario, el oficiante salía de la tumba hacia atrás, limpiando al mismo tiempo sus huellas para dejar la zona con la más absoluta pureza ritual.
[3] Al principio, los servidores del ka combinaban sus ocupaciones profesionales con el culto funerario, a tiempo parcial, hasta que se fue profesionalizando, y en épocas de bonanza, el sistema estaba incluso organizado y jerarquizado en equipos de trabajo, en los phylai, llegando a estar establecidos hasta en cinco phylai, y cada uno, en secciones, en turnos rotativos de 10 meses, según las disposiciones funerarias al efecto.
Dependiendo de las circunstancias y el tiempo, hasta se llegó a que solo hubiese un único servidor del ka.