Se concede típicamente en una de las arquidiócesis más viejas de un país o en la ciudad capital, aunque en algunos casos la ciudad sede ya no tiene la preeminencia del pasado.
En algunas diócesis el título se mantiene por tradición sin tener reconocimiento actual por la Santa Sede.
Algunos primados recibieron el título ad personam sin transferirlo a sus sucesores en la arquidiócesis.
En otros casos la Santa Sede otorgó derechos primaciales, pero no el título.
Fueron reconocidos también 3 exarcados (de Éfeso en Asia, Cesarea en el Ponto y Heraclea en Tracia) con similares prerrogativas honoríficas que los patriarcas sobre ciertos territorios del Oriente, pero también ejerciendo derechos como los de ordenar a los metropolitanos y a convocar sínodos por sí mismo.
La palabra primado no tuvo siempre la misma acepción y en documentos antiguos aparece como sinónimo de patriarca y también de lo que en Oriente se llamaba exarcado.
Por este motivo la ciudad fue sede de numerosos concilios locales convocados para abordar las cuestiones eclesiales que se iban planteando, siendo explícitamente mencionado el título de primado en los sínodos celebrados en Cartago en el 390 y 397.
Los obispos de Cartago ejercieron una primacía real, aunque no formalizada, en la Iglesia africana primitiva.
El VII Concilio de Toledo en 646 le había otorgado algunos derechos primaciales, pero no el título.
Los primados existentes en Francia se extinguieron en 1801, cuando en virtud del concordato con Napoleón Bonaparte, el papa Pío VII suprimió todas las diócesis existentes para efectuar un nuevo arreglo diocesano.
Las primacías francesas fueron suprimidas por el concordato con Napoleón Bonaparte y la constitución apostólica del papa Pío VII Qui Christi Domini del 29 de noviembre de 1801, que derogó la organización eclesiástica francesa estableciendo una nueva sin primacías.
[18] El primado que no es cardenal estampa sus brazos, como el arzobispo, con la cruz con dos travesaños, y el sombrero verde con cinco filas de borlas, como los patriarcas.