El califa consiguió reunir un ejército excepcionalmente grande y lo dividió en dos partes: una de ellas penetró profundamente en territorio bizantino en Asia Menor mientras que la otra, más al norte, derrotó a las fuerzas bizantinas acaudilladas por Teófilo en la batalla de Anzen.
Estorbado por las intrigas en Constantinopla y por una revuelta del gran contingente jurramita en el ejército, Teófilo no consiguió socorrer la ciudad.
Los vencedores pasaron por las armas a muchos de sus habitantes y se llevaron al resto en cautividad.
La mayor parte de los supervivientes lograron la libertad tras una tregua firmada en el 841, pero los funcionarios más importantes fueron conducidos a la capital califal en Samarra y ejecutados después de rechazar convertirse al islam.
El saqueo no alteró de forma notable la situación militar en la región, que fue paulatinamente inclinándose a favor del bando bizantino, pero consiguió desacreditar completamente la doctrina iconoclasta, defendida ardientemente por el emperador.
La corte del califa se sintió ultrajada por la brutalidad e insolencia de la incursión bizantina: el enemigo no solo había auxiliado abiertamente a los rebeldes jurramitas, sino que también, durante el saqueo de Sozopetra —que algunas fuentes identifican como la ciudad natal del califa—,[nota 2] había pasado por las armas a todos los hombres y había vendido como esclavo al resto de la población.
Babak huyó al Emirato de Armenia, pero fue traicionado, entregado a los abasíes y murió torturado.
Otros autores presentan cálculos aún mayores, entre los doscientos y los quinientos mil hombres, según Al-Masudi.
Ella era el ojo y cimiento de la Cristiandad; entre los bizantinos, era más famosa que Constantinopla».
En la época, Amorio era una de las mayores urbes del Imperio bizantino, superada únicamente por la capital.
[25][27][28] Debido a su importancia estratégica, había sido blanco frecuente de ataques árabes durante los siglos VII y VIII, y se afirma que el predecesor de Al-Mutasim, Mamum, se preparaba para atacarla cuando murió en 833.
Ansioso por evitar una emboscada y por averiguar dónde se encontraba el emperador, Al-Mutasim prohibió a Ashinas adentrarse en la región de Capadocia.
[39][40][41][42] El emperador rápidamente reagrupó sus fuerzas y envió al general Teodoro Crátero a Ancira, que la encontró completamente abandonada; recibió entonces nuevas órdenes, reforzar la guarnición de Amorio.
Tanto los sitiadores como los sitiados tenían numerosas armas de asedio y durante tres días, ambos bandos se lanzaron proyectiles mientras los zapadores excavaban minas bajo las murallas.
Según los relatos árabes, un prisionero musulmán que se había convertido al cristianismo desertó e informó al califa acerca de una sección de la muralla que había quedado muy dañada por las lluvias y que se había reparado apresuradamente y mal por la negligencia del jefe de la guarnición.
Sin embargo, la tarea avanzó con lentitud, pues los soldados temían el fuego de las catapultas bizantinas; esto obligó a Al-Mutasim a ordenar que se echase tierra sobre las pieles para mejorar la pavimentación del camino que atravesaba el foso hasta la muralla.
El califa entonces ordenó que se llevasen catapultas hasta allí para intentar ensancharla.
Durante los días siguientes, al-Afshin e Itaj atacaron nuevamente, sin éxito.
[62][63][64] La ciudad fue minuciosamente saqueada; según los relatos árabes, la venta del expolio duró cinco días.
Según al-Tabari, el califa sopesaba alargar la campaña para atacar Constantinopla cuando llegaron noticias acerca de una revuelta encabezada por su sobrino, al-Abbas ibn al-Ma'mun.
Al tomar la ruta más corta desde Amorio a las Puertas Cilicias, tanto el ejército del califa como sus prisioneros sufrieron por la aridez de la Anatolia central.
En represalia, Al-Mutasim, después de separar a los más importantes, mandó ajusticiar al resto, seis mil prisioneros.
El embajador bizantino se negó a esto, en parte porque resultaba imposible de cumplir: Teófobo se había rebelado y no estaba en manos del emperador y Manuel probablemente había fallecido en la derrota de Anzen.
Entonces Basilio le entregó al califa una segunda carta de Teófilo, más amenazadora.
El año de su muerte, 842, Al-Mutasim estaba preparando otra gran invasión, pero una tempestad en la costa del cabo Gelidonya destruyó la flota que había reunido para atacar Constantinopla.
Según la leyenda de los cuarenta y dos mártires, se convirtió al islam, pero esto no lo libró de morir ejecutado junto con los demás prisioneros; al contrario que los cadáveres del resto que, según la leyenda, flotaron «milagrosamente» en las aguas del Tigris, el suyo se hundió.
[85] En realidad, el perjuicio militar causado por la campaña a los bizantinos fue limitado: las pérdidas se concentraron en la guarnición y la población de la ciudad saqueada, ya que el ejército bizantino en Anzen parece que sufrió pocas bajas y la revuelta de los jurramitas se resolvió al año siguiente sin derramamiento y estos se reintegraron sin problemas en el ejército bizantino.
Ancira se reconstruyó rápidamente y volvió a repoblarse, igual que Amorio, aunque esta jamás recuperó el esplendor de antaño.