En 1792 hay un cambio, ya que Pradas, con 15 años, había mudado la voz y había comenzado a estudiar composición y en 1793 incluso se le alaba como el más adelantado en la disciplina.
[2][1] Finalmente fue «despedido» del Colegio tras los obligatorios cinco años de estancia en 1793.
[2] Tanto por su interés por la música, como por la precaria situación económica de su familia, Pradas decidió solicitar un cargo en la Catedral, quizás como acólito o contrabajista.
[2] En 1795 fallecería el organista primero de la Catedral de Cuenca, Juan Manuel del Barrio, y lo sucedería el organista segundo, Alfonso Humana, cuyo cargo quedaba vacante.
Un año más tarde se jubilaría el maestro Pedro Aranaz, por lo que quedaba vacante su cargo.
El cabildo decidió no nombrar a un sucesor y cubrir el cargo de forma interina, a lo que se ofrecieron Paulino Salazar y Santiago Pradas.
[2] Tras su nombramiento, el cabildo siguió tratando al maestro Pradas de forma deficiente.
Por otra parte Felipe Rubio Piqueras lo caracterizó como «huraño, taciturno, ogro, misántropo, raro y excéntrico» y una de las leyendas afirma que su composición Salve Magna (perdida) fue inspirada por los sollozos de su esposa, Leocadia, causados por la paliza que le propinó el maestro para inspirarse para componer la música.