[2] En esta composición Zurbarán nos sitúa frente a una vasta naturaleza muerta.
Los monjes vacilaban entre contravenir sus reglas o aceptar esa comida y, mientras debatían sobre esta cuestión, cayeron en un sueño extático.
Cuando éste regresó, le dijo que los cartujos estaban sentados a la mesa comiendo carne en plena Cuaresma.
San Hugo llegó al monasterio y pudo comprobar la infracción cometida.
San Hugo, incrédulo, miró los platos y vio cómo la carne se convertía en ceniza.