Acuñó moneda propia ibérica, al menos desde mediados del siglo II a. C. y hasta la refundación romana de la urbe.
La ciudad pasó a superar las 10 ha en el siglo I a. C., lo que indica una estructura sociopolítica compleja y el dominio de un entorno periurbano comparable al del término municipal actual.
En su anverso muestran una cabeza de varón, barbado a veces, lampiño otras, y tres, dos, uno o ningún delfín.
[3] Sin embargo, no era la ciudad más importante de la zona: otras ciudades sedetanas como Sedeisken, Kelse o Azaila la superaban, al menos hasta finales del siglo II a. C. Por otra parte, Catón documenta el fuerte viento que sopla en el valle: cercius, el cierzo.
Venció a los celtíberos y dejó guarniciones en las ciudades del valle, entre las que indudablemente estaría también Salduie.
Pero a pesar de todo durante todo el siglo II a. C. Salduie y el pueblo sedetano se mantuvo fiel al Senado y Pueblo Romano en calidad de «socio» (socii), esto es, aliado antiguo.
Por esta razón, la romanización fue avanzando progresivamente a lo largo de todo el valle del Ebro, expandiéndose desde el litoral tarraconense.
Las ciudades íberas de la Sedetania fueron asimilando las costumbres, economía —la circulación monetaria se extendió a todas las áreas del comercio— y política romana.
Los muros serían decorados, como ocurre en el Cabezo de Alcalá (Azaila) con pinturas o, más sencillamente, enlucidos con cal.
Son los primeros peregrini (soldados extranjeros) a los que se les concede este honor.
Esto permite entrever que Salduie comenzaba a destacar en importancia sobre otras ciudades del área y también la temprana influencia romana en la ciudad.