Salar la tierra

La costumbre de purificar o consagrar una ciudad destruida con sal y que maldeciría a todo el que osase reconstruirla se extendió por todo antiguo Oriente Próximo, pero se desconoce el proceso histórico de la acción.Varios textos hititas y asirios hablan de la ceremonia de salar la tierra, ya sea con propio cloruro de sodio, minerales o plantas (maleza, "cress" o "kudimmu", asociadas todas ellas a la salificación y la desolación[5]​) sobre las ciudades destruidas, incluyendo Hattusa, Taidú, Arinna, Hunusa,[3]​ Irridu,[6]​ y Susa.En España y el Imperio español, se solía verter sal sobre el terreno de un traidor convicto (que generalmente era ejecutado y su cabeza se exhibía en la plaza del pueblo clavada en una pica), tras demoler su vivienda.[cita requerida] Asimismo, en Portugal, también se llevaba a cabo esta práctica al igual que en el resto de España.En esta fatídica tierra no se volverá a construir nada por el resto del tiempo.
Monumento de piedra al castigo del ducado de Aveiro en Santa Maria de Belém , Lisboa .