Ya casado, continuó sus estudios y se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central, donde fue discípulo predilecto de Marcelino Menéndez Pelayo.
En 1914 apareció el primer Plan de estudios que mereciera tal nombre y, unido al plan ministerial de creación y construcción de escuelas engendró en España un nuevo Magisterio Nacional, bien formado y dirigido.
Defendió en la escuela primaria la idea de la Escuela graduada, cuyo nuevo sistema apareció en la primera decena del siglo XX: con un mínimo de esfuerzo se conseguiría un máximo rendimiento.
En sus múltiples viajes conoció el movimiento pedagógico moderno preconizado por Claparède, Binet, Kerschensteiner, Dewey, el cardenal Mercier y tantos otros con los que mantenía relaciones profesionales.
Fue asimismo colaborador asiduo del monárquico ABC, en donde firmó unas veces con su nombre y otras como «Un Crítico de la Alcarria».
También redactó los capítulos de pedagogía contenidos en la monumental Enciclopedia Espasa-Calpe.
Actualmente puede decirse que merecen especial consideración sus contribuciones al ámbito filológico en amplio sentido, en particular su Tratado de Análisis de la Lengua Castellana (1909), modelo de exposición metodológica en una tradición que probablemente ahí culmina y desgraciadamente quedó interrumpida, así como el Arte de la Lectura, por primera vez publicado en 1894 y que en 1927 había alcanzado su decimoprimera edición.
[8] También se le deben unos Elementos de literatura española e hispanoamericana que en 1925 ya iban por su tercera edición.