La elección fue al azar: Tenerife padecía una pertinaz sequía y, buscando un mediador que presidiera las rogativas, el gremio de labradores dispuso en un sombrero, en papeles doblados, los nombres de todos los santos.
Esta peculiar "votación al azar" hubo de repetirse tres veces; en todas las ocasiones se extrajo el nombre de San Benito, lo cual fue considerado como un designio divino.
El cortejo de esta romería está compuesto por siete mujeres cada una con el traje típico correspondiente a cada una de Islas, jóvenes que portan flores y frutas como ofrenda al Santo, carretas, rondallas, parrandas y ganado que recorren distintas calles.
Desde las carretas, durante todo el recorrido, se reparten huevos duros, chuletas, gofio, papas arrugadas y frutas.
A continuación, desde la ermita o iglesia del Santo parte la romería.