Después de pasar por los dominios un rey llamado Cob, que el historiador Ricardo Fernández Guardia ubica en la cuenca del río Tusubres y Carlos Molina Montes de Oca entre los ríos Naranjo y Savegre, la expedición continuó doce leguas (sesenta y seis kilómetros) por la costa, con dirección sudeste-noroeste, y después marchó hacia el interior del territorio por una distancia de ocho leguas (cuarenta y cuatro kilómetros), hasta llegar al reino de Huetar.
Cereceda consignó sucintamente que "El cacique Huetara está 20 leguas adelante, las 12 por la costa y las 8 la tierra dentro: bautizáronse 28 ánimas: dio 433 pesos, 4 tomines".
El exiguo número de bautismos y el escaso monto de oro conseguido parecen indicar que no se trataba de una comunidad especialmente rica o importante, aunque también hay que tomar en cuenta que González Dávila no exploró más allá y su expedición pronto regresó a la costa para continuar su viaje con rumbo noroeste.
En su obra Garavito, nuestra raíz perdida (1981), dedicada a la figura de un gran rey huetar, Oscar Bákit planteó la posibilidad de que el monarca visitado por González Dávila hubiese pertenecido a los grupos de cultura mesoamericana, que a principios del siglo XVI se hallaban ubicados en diversos lugares del Pacífico costarricense, como los de Chomes, Gurutina y Chorotega.
En efecto, se sabe sin lugar a dudas que tanto Chorotega como los siguientes dos reyes visitados, Gurutina y Chomes, pertenecían al área cultural de Mesoamérica, donde imperaba la costumbre de la antropofagia ritual.