Allí mismo, al día siguiente, se decapitó a los líderes comuneros: Padilla, Bravo y Maldonado.Los intelectuales conservadores o reaccionarios adoptaron interpretaciones mucho más favorables a la postura imperial y críticas hacia los comuneros.Asimismo, su utilización como elemento simbólico está muy presente en los movimientos castellanistas y regionalistas castellanoleoneses.El siglo XV, en su segunda mitad, había supuesto una etapa de profundos cambios políticos, sociales y económicos.Esta situación caldeó el ambiente en los núcleos gremiales de ciudades como Segovia y Cuenca.Este nombramiento fue aceptado por el monarca castellano, que decidió partir rumbo a Alemania para tomar posesión como emperador.[8] Así pues, los comuneros se hicieron fuertes en el centro de la Meseta, y en otros núcleos más alejados, como Murcia.Sin embargo, no hubo intentos de rebelión en otros lugares, como Galicia o el País Vasco.Así, hubo intentos de llevar la revuelta a Andalucía y el País Vasco, pero no fructificaron.[8] La Junta que reclamaba Toledo con las ciudades con derecho a voto terminó reuniéndose en el mes de agosto, en Ávila, como Cortes y Junta General del Reino, pero solamente con cuatro ciudades presentes: Toledo, Segovia, Salamanca y Toro.Segovia entonces se echó en brazos de las ciudades castellanas, reclamando que acudieran en su auxilio.Solamente no acudieron las cuatro ciudades andaluzas: Sevilla, Granada, Córdoba y Jaén.La protesta comunera había nacido como queja ante excesos cometidos por la alta administración, pero pronto surgieron nuevas reivindicaciones ante otro tipo de perjuicios.Así pues, el Consejo Real se estableció en el feudo del Almirante, Medina de Rioseco, lo que permitió al consejo acercarse hacia las ciudades escépticas para tratar de acercarlas al bando realista, además de representar una amenaza hacia las ciudades sublevadas, ya que el ejército del Consejo Real estaba en formación.Estos, mientras tanto, se limitaron a ocupar pueblos para evitar el avance y cortar las líneas de comunicación.La situación se mantuvo hasta el 2 de diciembre, cuando el ejército rebelde comenzó a abandonar sus posiciones en Villabrágima, tomando dirección hacia Villalpando, localidad del condestable que se rindió al día siguiente sin oponer resistencia.La situación del ejército era similar, con un gran número de deserciones en las tropas emplazadas en Valladolid y Villalpando, lo que obligó a intensificar el reclutamiento en las ciudades rebeldes, especialmente en Toledo, Salamanca y la propia Valladolid.Con estos nuevos reclutamientos, el aparato militar rebelde estaba reconstruido, y la moral reforzada, gracias a la presencia de Padilla en Valladolid.Mientras tanto, la rebelión comunera prevista en Burgos para el 23 de enero fue todo un fracaso, debido a que se adelantó dos días.La multitud lo rodeó y lo llevó directamente a la catedral, reclamando la silla del arzobispo para él.Únicamente Madrid y Toledo, especialmente esta última, mantuvieron vivas sus comunidades durante un tiempo mayor.En este contexto, Acuña abandonó la ciudad, intentando huir al extranjero por la frontera del Reino de Navarra.En ese momento, se produjo la invasión francesa de Navarra, siendo Acuña reconocido y detenido en la frontera.[8] María Pacheco continuaba presente en la ciudad, y se negaba a entregar las armas hasta que el rey firmara de forma personal los acuerdos alcanzados con el prior de San Juan.[8] Carlos I permaneció en Palencia hasta finales del mes de octubre, trasladándose a Valladolid, donde el 1 de noviembre se promulgó el Perdón General, que daba la amnistía a quienes habían participado del movimiento comunero.[16] Se estima que fueron un total de cien los comuneros ejecutados desde la llegada del rey, siendo los más relevantes Pedro Maldonado y el obispo Acuña.[8][10] Las relaciones entre los dos poderes universales sufrieron grandes altibajos tras la elección de un papa tan favorable como fue el mismísimo Adriano de Utrecht (1522-1523), y pasaban por un momento muy negativo con el profrancés Clemente VII (1523-1534), que acabó sufriendo el saco de Roma (1527), tras lo que se vio obligado a reconciliarse con Carlos y coronarle emperador en Bolonia (1530).Tras él, vendrían otros autores como Manuel Azaña, presidente de la Segunda República Española o Gregorio Marañón.Como reacción a la interpretación "romántica-liberal" dominante durante el siglo XIX, se fue formulando una interpretación alternativa de carácter "tradicionalista-reaccionario" o "conservador" (originada en la interpretación histórica general de Marcelino Menéndez y Pelayo y explicitada por Ramón Menéndez Pidal o José María Pemán), que se hará oficial durante el franquismo a través de su visión del nacionalismo español e impuesta a través de la escuela nacionalcatólica (la que se refleja en El florido pensil).Según esta visión, los comuneros eran politicastros comparados explícitamente con los nacionalistas periféricos, motivados por razones espurias o bienintencionados que no llegaban a entender lo sublime del destino imperial por no alcanzar a ver más allá del campanario de su aldea.
Juan de Padilla, líder de la Comunidad elegida por Toledo
Mapa que recoge las localidades de la Corona de Castilla que tomaron parte en la Guerra de las Comunidades, ya fuera en el bando comunero o en el realista.