La idea fue descrita por primera vez por Melanie Klein en su investigación psicoanalítica sobre las etapas del narcisismo en los niños.
[2] Más tarde, en su ensayo Duelo y melancolía, examinó cómo «un retraimiento de la libido [...] sobre una base narcisista» en la depresión podía permitir tanto la congelación como la conservación del afecto: «al emprender el vuelo hacia el yo, el amor escapa a la extinción».
[3] Otto Fenichel extendería su análisis a los trastornos límite, demostrando cómo «en una retracción reactiva de la libido [...], una regresión al narcisismo es también una regresión a la omnipotencia narcisista primigenia que hace su reaparición en forma de megalomanía».
[16] La teoría de las relaciones objetales vería el proceso de terapia como uno en el que el terapeuta permite a su paciente haber «resituado el objeto desde el uso puramente esquizoide al uso esquizoide compartido (inicialmente) hasta que finalmente [...] la relación objetal -discutir, argumentar, idealizar, odiar, etc.- surge]».
[17] Fenichel consideraba que en los pacientes en los que «su regresión narcisista es una reacción a heridas narcisistas; si se les muestra este hecho y se les da tiempo para enfrentarse a las heridas reales y para desarrollar otros tipos de reacción, se les puede ayudar enormemente»[18] Neville Symington estimaba, sin embargo, que «a menudo se desarrolla una especie de guerra entre analista y paciente, en la que el analista intenta sacar al paciente del capullo [...] de su envoltura narcisista [...] y el paciente tira con todas sus fuerzas en la otra dirección».