No se informa sobre el nombre del artista contratado y en el pasado, a partir de Vasari (1550), la obra se atribuyó a Giorgione.
[1] El análisis estilístico ha confirmado la mano del joven Sebastiano, por la serie de elementos compositivos, cromáticos y espaciales.
Dos grupos de pie sobre un piso ajedrezado flanquean al santo protagonista, variadamente dispuestos: un grupo femenino a la izquierda (Catalina de Alejandría, María Magdalena y Lucía) y varones a la derecha (Nicolás de Bari, Juan Bautista y Liberal).
Detrás se despliega una arquitectura clásica que ocupa la mitad de la escena, mientras a su derecha el fondo se abre a un amplio paisaje, con un pueblo sobre la cima de un cerro, un esquema destinado a tener fortuna en la pintura veneciana (baste pensar en el Retablo Pesaro de Tiziano).
A pesar de las deliberadas diferencias, el espacio se presenta como unitario y grandioso, con las «masas articuladas, apretadas en su complejidad» y sutilezas como el contrapunto entre las poses de los dos santos a la derecha, con el Bautista inclinado hacia delante y Liberal hacia atrás.