En el momento en que los romanos conquistaron la Grecia continental, en el siglo II a. C. importaron artesanos griegos para construir los principales edificios públicos.
La mayoría de los estilos originarios tras el Renacimiento en Europa pueden describirse como arquitectura clásica.
Este amplio uso del término es empleado por John Summerson en El lenguaje clásico de la arquitectura.
Se define en general, a un edificio clásico, como aquel que presenta elementos significativos que proceden del vocabulario arquitectónico del mundo antiguo, es decir, elementos que pueden reconocerse fácilmente, entre ellos columnas de Órdenes clásicos, ornamentación, organización espacial a partir de la simetría, armonía y proporción, entre otros.
John Summerson, define este último aspecto como un “uniforme que visten cierta clase de edificios que denominamos clásicos”,[1] e invita a indagar en profundidad las partes que componen un edificio, su contexto, de manera previa a determinarlos o encasillarlos como un único estilo arquitectónico.