El férreo dominio del comercio ultramarino gaditano se mantuvo como tal hasta 1680, cuando se estableció que los barcos procedentes de América pudieran despachar tanto en Cádiz como en Sevilla.[4] Se excluyó a Venezuela (La Guaira, Cumaná, Maracaibo, y Guayana) hasta 1788, para proteger los intereses de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que se disolvió en 1785 y a México, por el temor de que la prosperidad de este territorio provocara la despreocupación hacia otras zonas menos activas, lo que iba contra la idea rectora del proyecto.Se acompañaba con los aranceles que fijaban los precios oficiales de los productos y los impuestos a pagar.Valencia, Barcelona y Bilbao se convirtieron en grandes puertos comerciales.También se unió Madrid con la red de puertos, y se crearon fábricas reales que introdujeron la elaboración de manufacturas a gran escala.