Real Congregación de Naturales y Originarios de las Tres Provincias Vascongadas
[1] El término Naturales comprendió a los nacidos en las tres provincias y a los que tuvieran en esos territorios Casas solares, Patronatos, Mayorazgos, u otras posesiones de honor heredadas por derecho de sangre; por Originarios se entendió a los que contaran con ascendientes vascongados por línea paterna sin límite de grado y por línea materna hasta en cuarto grado siempre que se fuera “caballero notorio Hijodalgo”.[2] La Congregación nació para dar culto solemne a su patrón, San Ignacio de Loyola, y proporcionar asistencia benéfico-religiosa a los vascos que residían en Madrid o estaban de tránsito en la Villa y Corte.Desde sus primeras Constituciones se consideraron como objetivos de la Congregación, además de los señalados, “mantener vivo el sentimiento patriótico que ha distinguido siempre a los naturales de las Provincias Vascongadas”; servir de unión cordial a cuantos naturales y oriundos vascos vivieran en Madrid, sin distinción de clases ni de ideas; mediar en la solución de sus problemas; buscar trabajo y ocupación digna a los que lo precisaran; en fin, proteger y socorrer a aquellos que lo requirieran, “prestándoles su valimiento, contribuyendo al alivio de los enfermos y necesitados y procurando evitar que alguno se entregue a la vagancia y a otros vicios perniciosos.Todos estos objetivos se alcanzaron principalmente por los congregantes en torno a su Iglesia de San Ignacio, conocida en Madrid, como “Iglesia de los vascos”.Esta portada de la Iglesia y un Crucificado que se venera en la capilla del Calvario (según se entra al templo, a la derecha) fueron lo único que se salvó del incendio provocado en Madrid al anochecer del 13 de marzo de 1936, una noche en la que también ardieron la Iglesia de San Luis, en la calle Montera, y el edificio del periódico La Nación, órgano de expresión del político José Calvo Sotelo, en la calle Marqués de Monasterio.