Maduró además su formación gregoriana en varias abadías benedictinas: Silos (1909), Besalú (1915) y Solesmes (después de 1920).
Cuando salió de Lecároz en 1918, ya había descollado como compositor, folclorista, articulista, conferenciante y profesor.
Desde entonces también existió relación entre Ravel y el padre Donostia, que volverían a encontrarse años más tarde en Lecároz.
Se ha hecho referencia a varias con texto de Henri Ghéon; hay, además, cuatro para pequeño conjunto: Axeria eta gabaraxaina, Joie, Notre Dame de Sokorri y Saint Nicolas.
Una obra significativa fue Acuarelas vascas (1932), estrenada ese mismo año en Madrid por Arbós, que la repuso luego en varias capitales europeas.
En 1936, durante la guerra civil española, se exilió a Francia, viviendo en Toulouse, París, Mont-de-Marsan, e instalándose finalmente en Bayona.
Siguió cultivando la música: compuso, dio conferencias y organizó conciertos; éstos en especial durante los dos años de residencia en Bayona, donde ejerció la organistía de Saint Charles en Biarritz y fundó la coral Sine Nomine.
Composiciones de estos años son el juguete escénico Bétharram, el drama La Quête héroïque du Graal, el Poema de la pasión y varios motetes polifónicos; y lo más significativo, los tres cuadernos de Infantiles para piano, así como las tres suites Itinerarium mysticum, para órgano.
En esta última realizó una ingente labor, atestiguada por las seis mil fichas recogidas, estudiadas y comentadas por él, relativas en gran parte a la canción popular.
A estos años pertenecen algunas piezas para piano y para órgano, canciones con texto catalán, muchas melodías originales en estilo gregoriano, obras polifónicas, como el Tríptico franciscano, y sobre todo la Missa pro defunctis.
Siendo como fue un compositor, musicólogo y organista vasco de los más destacados, su obra es también extensa en todos los campos en los que trabajó con pasión.
Pocos años después se encontraba comprometido en ambas especialidades como en una única empresa que desarrolló a lo largo de la vida.
Las de 1910 forman una suite de cinco números que merecieron del compositor-organista N. Almandoz este juicio: «Composiciones suyas posteriormente escritas para órgano: Itinerarium mysticum y la póstuma In festo VII Dolorum B.M.V.
Los Preludios vascos son ya ejemplos de escritura pianística hábil y suelta, sin el recurso de dificultades técnicas, «para decir lo que sentía me basta aquel léxico musical».
Esta intencionalidad descriptiva nació al contacto con las piezas cortas de Schumann y Grieg: «Estos dos autores no son ajenos a la manera en que enfoco estos "interiores" y "exteriores"».
De las otras obras de duración y conjunto instrumental más reducido, viene en primer lugar Saint Nicolas, leyenda sobre tres niños asesinados que son restituidos a la vida por San Nicolás.
También escribió tres cuadernos para órgano, Itinerarium mysticum, que, según el propio autor, «quieren ser oración hecha música».
El canto gregoriano fue sustancial en su vida y obra: armonizaciones de las melodías pluriseculares y composiciones basadas en ellas se sucedieron, pero estas piezas para órgano, junto con la Missa pro defunctis, son su mejor monumento al canto litúrgico tradicional.
En la producción de música coral no se dan los grandes paréntesis existentes en el órgano, el piano y la orquesta; las composiciones corales, profanas y religiosas, fueron objeto de una labor continuada que se intensificó en los últimos lustros.
Entre las religiosas que glosan un tema gregoriano figuran Ave María, Inviolata y Aingeruen Erregina, que son transparentes, sin el complicado tejido cromático-modulatorio que caracteriza gran parte de las joyas polifónicas de temas originales dedicadas a Cristo (Benedictum sir, Jesu dulcis, O Jesu mi dulcissime); las mariales Dulcis amica, O Domina; las plegarias por la Unidad, por la Paz, y los responsorios de Semana Santa; entre las profanas destacan varias navideñas, otras catalanas, señaladamente Tríptico Franciscano y la corsa O Ciucciarella o la festiva Venerabilis barba capuccinorum, divertimento musical inspirado en una obra homónima atribuida a Mozart.
Todos sus escritos musicales fueron editados por J. De Riezu, divididos en artículos, conferencias, diarios y reseñas.