Los pastores conservaban la leche elaborando pequeños quesos o quesucos.
Es pequeño, con forma cilíndrica y dibujos exteriores de cuadrados o rombos y con corteza color amarillo dorado en el que pueden aparecer, a veces, motas verdes, aunque en algunos puede llegarse al color marrón parduzco.
La madera empleada tradicionalmente en este proceso es el enebro, lo que recuerda a la época en que se elaboraba en la cabaña del pastor mientras estaba en los pastos de montaña.
Esto le proporciona su sabor fuerte a humo que si no es excesivo resulta agradable.
La diversidad de leches en su elaboración, y el hecho de que unos estén ahumados y otros no hace que su uso en la cocina varíe.
Funden con facilidad, salvo el queso ahumado de Áliva.
Los quesos más curados se usan mejor para rallar y gratinar.