Fueron muchos los italianos que se trasladaron a vivir en Puerto Rico en los primeros siglos después del descubrimiento de América en 1492.
El gobierno español, creyendo que los independentistas puertorriqueños y cubanos perderían popularidad, concedió tierras a los colonos italianos, alemanes, franceses e irlandeses a cambio de que estos juraran lealtad al gobierno español y obediencia a la Iglesia católica.
En efecto centenares de Corsos con sus familias llegaron a Puerto Rico alrededor de 1830, y crecieron en número hasta primeros del siglo XX (cuando terminó esta migración desde Córcega).
Se asentaron en la zona montuosa del suroccidente de la isla boricua, especialmente en Adjuntas, Lares, Utuado, Ponce, Coamo, Yauco, Guayanilla y Guánica.
Pero fue Yauco la localidad que atrajo a más corsos,[8] por su riqueza agrícola.