[3] Cabe notar que el padre de Fernando, Francisco I, fundador del Imperio austríaco, había sido anteriormente el último emperador del Sacro Imperio (con el nombre de Francisco II), por lo que se puede considerar que el Estatuto vino a regular las cuestiones dinásticas por el primer emperador no relacionado con el desaparecido imperio.
[6] Con la aplicación del Estatuto, la casa de Habsburgo-Lorena, que se había ramificado en muchas líneas y secundogenituras ya con una tradición sucesoria propia, volvió a estar sujeta a la soberanía absoluta del emperador.
[3] Otra cuestión ampliamente abordada en el Estatuto fue el fideicomiso familiar, conocido como Fondo Superior de Provisión Familiar (Allerhöchster Familienversorgungsfonds), que administraba, entre otros, las posesiones inmuebles de la familia (Hausgüter), mayoritariamente palacetes, como Schloss Eckartsau o el Albrechtspalais (contrariamente a los grandes palacios, como el propio Schönbrunn, en su mayoría propiedad del Estado —Reichsgüter— y no de la dinastía).
En consecuencia, los matrimonios que se celebraran sin el consentimiento del soberano quedaban sin reconocimiento oficial, es decir, que la esposa e hijos del matrimonio no pasaban a formar parte de la familia imperial ni recibían la dignidad (y derechos inherentes) de un/a archiduque/sa (aunque sí podían recibir otros títulos, a discreción del emperador).
[1] Consistían en las casas gobernantes europeas, como Sajonia-Coburgo, Hohenzollern, Romanov, Wittelsbach y Saboya, además de las antiguas casas regentes en los distintos Estados del desaparecido Sacro Imperio, que anteriormente estaban directamente sujetas al Imperio y luego fueron mediatizadas (entre 1806 y 1815), siendo estas las casas de Auersperg, Colloredo-Mannsfeld, Esterházy, Kaunitz-Rietberg, Khevenhüller, Lobkowitz, Metternich (incluida la línea renana de Bourscheid que había reinado en el Gran Ducado de Luxemburgo), Rosenberg, Salm-Reifferscheid-Krautheim, Schwarzenberg, Schönburg-Waldenburg, Schönburg-Hartenstein, Starhemberg, Trauttmansdorff y Windisch-Graetz.
[14] Tanto Sofía como los hijos del matrimonio no recibirían el apellido Habsburgo-Lorena ni el título archiducal; en su lugar, el emperador, que le tuvo cariño a Sofía, le dedicó el apellido Hohenberg y el título de duquesa (por lo que era conocida como la duquesa de Hohenberg).
Quizá el caso más conocido es del anteriormente citado Leopold Wölfling; si bien, en este caso, el emperador, Francisco José, decidió seguir apoyándolo económicamente (asignándole al menos parte de la subvención que le hubiera correspondido).
Si en algún momento se casara en segundas nupcias, debía seguir el protocolo estatutario (al seguir ostentando su título archiducal) y contraer matrimonio con un miembro de alguna de las casas que constan en la adenda del Estatuto; en este caso, podía mantener todos sus títulos, incluido el de archiduquesa, si bien podía perder las posesiones familiares (aunque si tuviera descendencia con el fallecido Habsburgo, se solían conservar como propiedades hereditarias).
Tras hallarse muerto su marido en 1889, la princesa belga seguía manteniendo su título y todos los beneficios por once años más, hasta que en 1900 se volviera a casar, esta vez con un conde húngaro llamado Elémer Lónyay.