Premios Príncipe de Asturias de 1981

Como resultado, el periodista asturiano Graciano García concibió la idea de crear un premio que tendría una doble función: recompensar a los mejores científicos españoles y vincular al príncipe de Asturias con la región asturiana.

Ferrater recordó en su discurso la tradicional desatención española hacia los intelectuales, comparándola con el respeto que se les tributa en Francia.

Expresó su deseo de que la Fundación alcanzara la estabilidad para poder realizar la misma labor año tras año, propósito para el que trabajaban el presidente Pedro Masaveu, el Patronato Príncipe de Asturias —del que ya formaban parte destacadas personalidades como Joan Miró y Claudio Sánchez Albornoz— y los Miembros Protectores.

El jurado estaba presidido por el premio Nobel de Fisiología o Medicina Severo Ochoa e integrado también por Francisco Grande Covián, Nicolás Cabrera, Julio Rodríguez Villanueva y José Antonio Martínez Álvarez, quien ejerció como secretario.

Tras licenciarse en Medicina por la Universidad de Valencia y doctorarse por la Complutense Sols trabajó unos años en Estados Unidos.

Igualmente por unanimidad se acordó conceder el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades a la filósofa María Zambrano «por su larga labor filosófica y literaria realizada durante medio siglo, expuesta a numerosas publicaciones, y por su labor docente, tanto en España como en Hispanoamérica».

Recibió el premio en su nombre José Ortega Spottorno, quien leyó unas palabras de la exiliada ensayista.

El jurado fue presidido por Pedro Laín Entralgo e integrado además por Ángel González, Emilio Alarcos Llorach, Fernando Lázaro Carreter, Antonio Gala, Humberto López Morales y Román Suárez Blanco (secretario).

Hierro no figuraba inicialmente en la lista de candidatos propuestos por la comisión nombrada al efecto.

Al parecer, el criterio era galardonar a un autor con una obra consagrada pero todavía con posibilidades de culminar.

Tras pasar unos años en prisión después de la guerra, Hierro salió adelante realizando distintos trabajos alimenticios sin abandonar por ello su afición a la poesía.

El jurado tuvo intensas discusiones hasta decidir el nombre del destinatario del galardón debido a la amplitud de un premio que abarca a muy distintas artes.

El jurado fue presidido por José María de Areilza e integrado también por Antonio Garrigues Walker, Amado González Mesa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, Plácido Arango Arias, Rafael Luis Fernández Álvarez y su secretario, Teodoro López-Cuesta.

Recibió el premio en su nombre su hermana Margarita López Portillo, quien pronunció un discurso de agradecimiento.

Y puso como ejemplo un nombre al objeto: el de Federico García Lorca.

Este discurso, cuyo contenido era ignorado por los organizadores del evento, fue muy comentado en su día.

A continuación el Coro Universitario de Oviedo y la Capilla Polifónica Ovetense ofrecieron un concierto.

Por la tarde los reyes ofrecieron una recepción y almuerzo en el Hotel Reconquista antes de regresar a Madrid.

Televisión Española retransmitió la ceremonia en directo, pero al celebrarse por la mañana no fue emitida en horario de máxima audiencia.

El diario barcelonés La Vanguardia resaltó sobre todo el primer discurso público del príncipe Felipe, enumeró a los distintos premiados e hizo una breve reseña del evento.

Diversos observadores los han considerado como los galardones más importantes del mundo tras los Premios Nobel.

Algo similar se puede decir respecto del Premio de Comunicación y Humanidades otorgado a María Zambrano, pues la ensayista no recibió el Cervantes hasta 1988.

El filósofo José Ferrater Mora pronunció un discurso de apertura.
El golpe de Estado de febrero marcó el discurso de Hierro .
El escudo de España entonces vigente presidió la ceremonia por primera y última vez.