Emplazada en la alta llanura del páramo alcarreño que separa los valles del Henares y del Tajuña, la villa tiene un clima continental con inviernos fríos y ventosos y veranos calurosos aunque refresca sufientemente por la noche.
La vegetación autóctona es la encina y el quejigo, de los cuales aún se conserva el frondoso bosque del cercano Monte de la Alcarria.
La economía básica desde siempre ha sido la agricultura, centrada en el cereal de secano.
A mediados del siglo XIX, el lugar contaba con una población censada de 162 habitantes.
Dedicadas al apóstol San Mateo, se celebran el fin de semana más próximo al 21 de septiembre e incluyen encierros y festejos taurinos en una plaza permanente, construida en 1985-86.