[1] Tuvo especial desarrollo como ocupación casi exclusiva de la mujer durante los siglos xix y xx, y fue representada por pintores como Edgar Degas,[2] Rik Wouters[3] Thomas Harrington,[4] Picasso[5] o Yelena Polenova.
[6][a] Conocidos los sistemas que egipcios, griegos y romanos usaban para mantener la tersura o los pliegues de una vestimenta elegante, aquellas civilizaciones no parecen haberle dado a la mujer la exclusiva de tales ocupaciones.
Más probable es la progresiva institución de este oficio posteriormente entre la servidumbre en las cortes de Oriente y Occidente aunque desde fecha incierta; si bien ya puede documentarse como presente en el ajetreo doméstico del Renacimiento europeo o en las suntuosas ciudades imperiales chinas, la iconografía de las planchadoras no empieza a ser importante hasta el siglo xviii.
[10][11] Casi rozando el grado profesional, este oficio se integró en el cuadro de operarios del teatro y la ópera desde el siglo xviii,[12] junto a sastras, utileros,[13] oficiales de guardarropía y primitivos ‘vestuaristas’.
En una vertiente quizá más naturalista –y ya en un capítulo anecdótico– puede anotarse que fueron planchadoras las madres de músicos argentinos como Carlos Gardel, Víctor Ocampo o Abel Fleury, del borgiano Rosendo Juárez, como también lo fueron la del académico francés Jean Giono o el actor e intelectual suizo Karl Meier.