A finales del siglo XIX y principios del XX, había muchas planchas en uso que se calentaban con combustibles como queroseno, etanol, aceite de ballena, gas natural, gas carburo (acetileno, como en las lámparas de carburo), o incluso gasolina.
Eran gruesas planchas de hierro fundido, triangulares y con mango, que se calentaban en el fuego o en una estufa.
El elemento calefactor está controlado por un termostato que conecta y desconecta la corriente para mantener la temperatura seleccionada.
Ese mismo año se introdujo en Francia una plancha calentada por arco de carbono, pero era demasiado peligrosa para tener éxito.
Históricamente, las planchas han tenido diversas variantes, por lo que han recibido muchos nombres: El planchado de ropa evita, entre otras, tres enfermedades infecciosas: tifus, la fiebre de las trincheras y la fiebre recurrente epidémica.
Por este motivo pueden compensar a aquellos usuarios que planchan grandes cantidades de ropa.
[12] El líquido más básico y esencial utilizado en el planchado es el agua, especialmente en los hierros de vapor.
El agua se calienta para producir vapor, que ayuda a relajar las fibras del tejido y facilita la eliminación de arrugas.
Estos sprays suelen contener una combinación de agua, agentes acondicionadores y, a veces, solventes suaves o fragancias.
Son comúnmente usados para camisas de vestir, manteles y otros artículos donde se desea un acabado nítido.
Los suavizantes de telas a menudo contienen tensioactivos, agentes acondicionadores y fragancias.
Funcionan recubriendo las fibras del tejido, haciéndolas sentir más suaves y reduciendo la fricción durante el planchado.
El uso excesivo puede a veces dejar residuos en la suela del plancha o reducir su eficacia con el tiempo.
Estos sprays suelen contener agentes antiestáticos, como compuestos de amonio cuaternario u otros tensioactivos.