En las regiones donde no se presentaban incendios naturales, pero que por acción humana (accidentes, atentados o como parte de una determinada gestión agropecuaria o forestal) los fuegos son habituales, las especies que no los soportan terminan desapareciendo, siendo su nicho ocupado por las pirófilas, tanto nativas como exóticas de ese ecosistema.
Las anonáceas que habitan en sabanas tropicales suelen presentar adaptaciones pirofilas, en especial en los casos de los géneros Annona y Duguetia.
El yatay es una palmera de sabana que crece en zonas donde la vegetación clímax es el bosque semixerófilo.
Su consociación monoespecífica, el palmeral, solo es posible desarrollarla generando fuegos suaves y repitiéndolos cada cierto periodo de tiempo.
En el segundo escenario los fuegos continúan produciéndose cada ciertos años, por lo cual el chilcal y las arbóreas xerófilas no consiguen colonizar el área.
Las palmeritas, que soportan el fuego, logran crecer sin competencia generando en unas cuantas décadas un denso palmar-pastizal, un posible paisaje antrópico.
Con el tiempo la formación forestal se presenta como una selva con cuirys en elevada proporción, la que irá bajando a medida que vayan muriendo, al no poder producir ningún reclutamiento, terminando en una selva con una baja representación de curiys, hasta que, siglos después, un nuevo incendio catastrófico vuelve a repetir el ciclo.
[17] En todos los casos el suelo es rápidamente dominado por plántulas de estas especies, logrando al poco tiempo copar la formación vegetal.
Al igual que ocurre con las rebrotadoras, también en este caso se presentan especies con estructuras resinosas para incentivar a las llamas, por lo que a estas también se les puede dar el apelativo de «propagadoras de incendios».
Para estas, los incendios representan una oportunidad para conquistar áreas donde otras especies no pirófilas presentan ventajas superiores.