[2] Los artistas egipcios tenían a su disposición seis colores básicos: blanco, negro, rojo, amarillo, verde y azul.
Con una paleta tan limitada, cada color podía tener varias interpretaciones o simbolismos, que dependían del mensaje político, religioso, social... que se quería transmitir a través de las decoraciones parietales de las obras sagradas o suntuarias.
[3] Por ejemplo, cuando Amón era representado con la piel de color azul, se estaba aludiendo a su aspecto cósmico.
[3] Los pigmentos blancos más empleados por los artistas egipcios se preparaban a partir de caliza, huntita y yeso.
La caliza es una roca sedimentaria muy abundante en todo el territorio egipcio, compuesta mayoritariamente por carbonato cálcico (CaCO3) más o menos puro.
Riederer[7] la identificó por primera vez en 1974 al analizar cerámica datada en el Segundo Periodo Intermedio y en el Imperio Nuevo.
[13] La principal aplicación del yeso (sulfato de calcio hidratado, CaSO4.2H2O) en el Antiguo Egipto era la construcción.
Su empleo como pigmento está acreditado en todos los periodos históricos del Antiguo Egipto, aunque no hay muchos ejemplos.
Forbes[14] escribió: “El conocimiento de la cal viva se remonta a tiempos muy antiguos en Próximo Oriente, pero no en Egipto, donde fue introducida en época grecorromana”.
Lucas,[6] más contundente, afirmó “… el carbonato cálcico (caliza) y el sulfato de calcio (yeso), eran los únicos pigmentos blancos conocidos…”.
Como resultado de este aspecto, los egipcios llamaban a su país kmt que significa “La Tierra Negra”.
Más tarde, los egipcios aprendieron a fabricarlo quemando materias primas adecuadas (por ejemplo: maderas resinosas, aceites vegetales, grasas animales) y canalizando el humo producido para que entrara en contacto con paredes frías y así facilitar la separación de las partículas de hollín.
[3] Era el color del desierto (dšrt) que se consideraba lo opuesto a la fértil Tierra Negra (kmt).
El ocre fue un pigmento muy apreciado por su resistencia a la luz, por su poder cubriente y por la facilidad con la que se mojaba por el ligante.
Se presenta en forma terrosa y suele ir mezclado con arcilla o creta en proporciones variables dependiendo del lugar de origen.
El rejalgar, (α-As4S4) es un mineral rojo poco sólido a la luz y que se descompone fácilmente en para-rejalgar (γ-As4S4).
Era conocido en Egipto ya que se empleaba, junto al oropimente, en la fabricación de cosméticos (colorete).
Tras sus investigaciones, Middleton y Humfrey informaron que el rejalgar no fue utilizado antes del Imperio Nuevo.
Se le ha identificado en numerosas muestras cuya datación va desde la Dinastía V hasta el periodo romano.
El uso más antiguo conocido del oropimente como pigmento se remonta al Imperio Medio.
Uda y colaboradores[29] lo encontraron en el palacio de Malkata fundado por Amenhotep III (Dinastía XVIII).
[32] Si en lugar de potasio encontramos sodio (Na) el mineral hallado se denomina natrojarisita.
Esta hipótesis fue rechazada por parte de otros investigadores, ya que no se hallaron evidencias del supuesto pigmento precursor.
Tras calentar la mezcla a 950 – 1000 °C durante 24-48 horas se produce una masa vítrea de color azul.
[3] En las minas del Sinaí, junto a la malaquita, se encontraba otro mineral que los egipcios llamaban ṯfr y nosotros azurita.
(Por ejemplo la arena silícea se funde a 1714 °C, temperatura que no era posible alcanzar con la tecnología disponible en aquel momento).
Tras la cocción y después de un largo enfriamiento se procedía a desmoldar la masa fundida rompiendo el crisol.
Tanto Hatton y colaboradores como Riederer coinciden en que el uso habitual del azul egipcio se inició durante la IV Dinastía.