La peste bubónica, también llamada peste negra, se introdujo en la provincia española de Guipúzcoa principalmente a través del Camino de Santiago en varios brotes entre el siglo XIV y el siglo XVI.
[5] A lo largo del siglo XIV hubo otras reinfecciones que se irían repitiendo hasta en seis ocasiones.
El recuerdo de éstos hechos ha perdurado hasta nuestros días en diferentes ermitas y altares dedicados a San Roque y a San Sebastián, que eran los Santos protectores en una época en que la medicina podía aportar pocas soluciones más allá del aislamiento de los enfermos.
Dos años atroces en los que el pánico se instalaría en la villa oñatiarra dejando un trágico saldo de más de 1.200 víctimas mortales, hambruna derivada del aislamiento forzoso, cosechas y viviendas abandonadas precipitadamente, robos, saqueos.
«Los enfermos quedaban prisioneros en sus casas, cuyas puertas y ventanas se tapiaban, o eran recluidos en barrios particularmente afectados por la enfermedad».
Otras víctimas propicias fueron los médicos y sobre todo las cuidadoras que en la práctica totalidad eran mujeres.