Al terminar esta guerra en 1472 quedó muy decepcionado por la actitud del rey Juan II de Aragón, a quien habían ayudado los remensas a vencer en la Guerra Civil Catalana, porque este no quiso resolver el largo conflicto que mantenían los campesinos remensas con sus señores feudales.
Desvern estaba recorriendo el valle de Amer reclamando censos y prestaciones atrasadas a los payeses.
Al parecer las autoridades temían que su ajusticiamiento provocaría un nuevo levantamiento remensa.
[3][4][5][6] Ante la intransigencia de los señores que estaban aplicando con todas sus consecuencias la constitución Com per lo senyor, Sala encabezó a los remensas radicales.
A su paso fueron provocando el levantamiento de más campesinos a los que prometían la exención completa de cualquier pago o prestación a los señores, por lo que quedarían como dueños absolutos de sus tierras, y además les decían que su causa estaba apoyada por el rey Fernando II ―la entrada en los pueblos se hacía al grito de «visca el rei», ‘viva el rey’―.
Además en cada localidad que lograba sublevar Sala nombraba un lugarteniente suyo a quien los lugareños debían jurar fidelidad y homenaje.
En efecto, el 31 de enero de 1485 habían llegado a Barcelona unas cartas del rey Fernando fechadas en Sevilla en las que daba cuenta de una concordia que había firmado el 12 de enero para poner fin al pleito remensa y que había sido rubricada por nueve síndicos remensas que el sector moderado del movimiento había enviado a la corte.
«Ante el futuro ―afirma Vicens Vives― se abrían para Sala dos caminos: o aceptar los puntos de vista del soberano y, favoreciendo el compromiso, envainar la espada y acogerse a la justicia o a la magnanimidad del monarca, o bien proseguir la revuelta hasta el triunfo y la derrota.
Quizá por fidelidad a su estrella o por creer que una victoria sobre el ejército real le haría dueño indiscutible de la situación y en circunstancia de imponer “su” compromiso a los nobles y al monarca».