Como había hecho durante la ocupación francesa, González Vallejo llamó a sus diocesanos al acatamiento de la nueva situación y del gobierno legítimo amparado en un fuerte sentido providencialista y haciendo llamamientos a la caridad cristiana.
[8] Tras presentar la renuncia en agosto se le permitió retirarse a Roma, con una pensión anual de sesenta mil reales sobre los frutos y rentas de la diócesis otorgada por el rey para que pudiese mantenerse con dignidad y acabar de pagar los gastos que como obispo y diputado había tenido que afrontar.
[9] Fijó su residencia en Aix-en-Provence, a donde llegó enfermo, hasta la muerte de Fernando VII.
En abril de 1841 cincuenta y ocho clérigos firmaron una «manifestación del clero toledano» contra González Vallejo, hecha pública en El Católico y El Correo Nacional, al tiempo que los capitulares se negaron a recibir cualquier despacho que no llevase la firma del propio deán y cabildo, como en tiempos de sede vacante, lo que equivalía a negar la obediencia a González Vallejo.
[14] Algunos de los eclesiásticos firmantes fueron encarcelados y otros perdieron sus licencias, en un ambiente progresivamente más crispado.