En una carta enviada al rey, Carranza manifestaba acerca de la sede de su diócesis que apenas contaba con unas 100 casas, que había una sola iglesia de clérigos y que era "tan indecente que en España hay lugares en los campos de pastores y ganados más acomodados y limpios".
Sus principales exponentes eran el sevillano Juan de Vergara, notario del Santo Oficio, y el portugués Diego de Vega, quienes tras ser perseguidos por Hernandarias con Góngora se habían convertido en los verdaderos dueños de la ciudad.
La fuerza del contrabando en Buenos Aires tenía connotaciones no solo delictivas sino razones económicas profundas, originadas en las restricciones al comercio por parte de la Monarquía que favorecían los intereses de la península y, en segundo lugar, de Lima, en perjuicio del Alto Perú y Buenos Aires.
Carranza reunió una multitud de partidarios, forzó la puerta de la cárcel y liberó a Vergara, tras lo que excomulgó a Céspedes, quien exigía la devolución del preso.
A fines de 1628 Carranza viajó al Alto Perú para asistir al Concilio Provincial de Charcas reunido en el año 1629.