Este último enfoque no trata el ámbito musical en sí, sino los efectos que produce en la personalidad y en la identidad de las personas.
No obstante, la base de esta investigación es el contacto artístico-práctico, teórico-analítico e histórico con la música.
Sin su respuesta, no se puede decir cuál es la mejor forma de transmitir o impartir la música.
Saber de música implica practicarla, sentirla (escucharla) y reflexionar sobre ella: hay que entenderla.
Siendo un elemento tan natural dentro de la vida del hombre, se sabe que utilizarla y desarrollarla en el ser humano, trae consigo resultados muy favorables, maravillosos e impresionantes; no solo dentro del ámbito artístico o para lograr la apreciación musical sino que desarrolla habilidades intelectuales y sociales útiles en la vida cotidiana, especialmente para el aprendizaje.
"Gracias a la práctica musical, las conexiones neuronales dentro del cerebro se reorganizan, aumentando las conexiones entre los dos hemisferios, la plasticidad del cerebro y potenciando el aprendizaje de habilidades que normalmente consideraríamos propias de otras áreas, tales como las matemáticas y el lenguaje".
Como se ha citado arriba, las personas aprenden por medio de la música, ese sistema de sonidos estimula ciertas conexiones y sitios en el cerebro que permiten la mejor apreciación del lenguaje, desarrollan la memoria y activa sitios donde se hacen cálculos matemáticos.
Estos métodos se centran en la participación activa del alumno para desarrollar sus conocimientos de lenguaje musical.
Desde el siglo XIX, la música es considerada como que debe abarcar al hombre en toda su totalidad.
Es por esto que se ha estudiado desde hace varios siglos y destacando a la música como un elemento fundamental para el desarrollo de los niños.
Desarrollar las habilidades musicales realmente nos ayuda a mejorar la capacidad de aprendizaje en disciplinas como el lenguaje, matemáticas o ciencias.
Por lo que estamos en continuo desarrollo con distintos sonidos, desde simples percusiones hasta instrumentos musicales, además de si nuestra madre canta o escucha música.
Con ella los niños aprenden a través del juego, ya que usarlo en esta etapa es totalmente lúdico (Barbarroja, 2007).
“La música potencia habilidades cognitivas y desarrolla el cerebro de los niños desde su más tierna infancia” (John R. Iversen).
El síndrome de Williams es una enfermedad genética que afecta a muchas partes del cuerpo, pero se caracteriza por tener una orientación prosocial exagerada al mundo.
Su coeficiente intelectual suele ser mucho más bajo que el de la población en general, y tienen grandes dificultades las habilidades visoespaciales.
Varios estudios han demostrado un mayor gusto por la música en estos individuos que en personas de la misma edad sin este síndrome.
Este compromiso incluye mayor frecuencia en la búsqueda de la música, su reproducción y las respuestas emocionales a esta.
Las investigaciones que se han referido al efecto de la música sobre el cerebro infantil, han coincidido en que ésta provoca una activación de la corteza cerebral, específicamente las zonas frontal y occipital, implicadas en el procesamiento espaciotemporal.
Este modelo terapéutico consistía en la estimulación musical a través de escuchar piezas de Mozart y otros compositores clásicos, obteniendo cambios positivos en la rehabilitación del lenguaje y en el desarrollo del habla, a este efecto se le ha denominado “efecto Tomatis”.