[1] En 1991, el otorrinolaringólogo e investigador Alfred A. Tomatis publicó el libro Pourquoi Mozart basado en su Método Tomatis, y en el cual utilizaba música durante las sesiones de terapia con sus pacientes, afirmando que la música de Mozart ayudaba en el proceso y que podía curar casos de depresión.
Otro regalo semejante, a todas las madres, hace la Academia Nacional Americana de las Artes y Ciencias.
Uno de los investigadores del proyecto original comentó: «No creo que haga daño.
Yo apoyo que los niños sean expuestos a experiencias culturales maravillosas.
En 2001, la revista Journal of the Royal Society of Medicine publicó una recapitulación respecto al efecto Mozart realizado por el Dr. J. S. Jenkins,[4] en donde afirma que efecto Mozart existe, pero hay que delimitarlo y estudiarlo con más profundidad.
Entre sus conclusiones, afirma que cuando hay una mejora en los rendimientos, esta es pequeña y el efecto no va más allá de unos 12 minutos.
[7] En un estudio sobre el efecto Mozart en la actividad epileptiforme, publicado en 1998, Hughes et al.
[4] El «efecto Mozart» tiene base científica,[8] Según se publica en Scientific report (del grupo de la revista Nature), «estudiando los episodios interictales intracraneales (IED),en dieciséis sujetos sometidos a monitorización intracraneal para la epilepsia focal refractaria.
De hecho, los medicamentos antiepilépticos son mucho más eficaces que esta melodía, pero la pieza K448 tiene tan pocos efectos secundarios y es tan fácil de suministrar que merece la pena probar su efecto.» (según se relata Espacio epilepsia)[10] En 2023, Sandra Oberleiter y Jakob Pietschnig también demuestran en Scientific Reports (Nature Group) que la evidencia existente sobre el «efecto Mozart» en la epilepsia no es científicamente sólida.
En un extenso metaanálisis se argumentó que los resultados positivos en cuanto a la mejoría de los síntomas se basan en diseños de investigación inadecuados, informes selectivos y muestras demasiado pequeñas.