Al oeste se levanta el abrupto promontorio del Castillo, testigo en esta zona del banco calizo superior, pues el resto está denudado hasta el banco inferior, un centenar de metros más abajo, que es conocido como La Peña y que fue el lugar de asentamiento principal del castro de Amaya.
Al sur, en los Campos de Muñó, el río Arlanzón establece el límite con la comarca del Arlanza.
Una continua sucesión de suaves relieves, tranquilos páramos y extensos llanos dedicados al cultivo del cereal, ocupa el centro de este territorio, que está vertebrado por numerosos ríos y arroyos tributarios del Pisuerga y del Arlanzón.
En dirección norte, la silueta de la Peña Amaya rompe la línea horizontal que caracteriza los páramos castellanos.
Entre otros, fíbulas, o cinturones, así como diversos denarios ibéricos que denotan un claro intercambio con la cultura mediterránea.
En tiempos romanos, el emperador Augusto decide acabar con la últimos focos resistencia en Hispania a partir del año 25 a. C., y después de varias oleadas, terminan arrasando los cántabros en Amaya.
Amaya siguió siendo "capital" o, al menos, principal urbe cántabra durante el periodo visigodo del Ducado de Cantabria, hasta su caída definitiva en manos del ejército musulmán de Tarik en el año 712.