[1][2] Originariamente se trataba de un óleo sobre tabla, pero fue pasado a lienzo en el siglo XIX.Está firmado en la roca que se encuentra junto a la figura de Cristo.[4] El cuadro figura con este nombre en las fuentes antiguas desde su llegada a España.Este pertenecía a la Orden Olivetana, una congregación benedictina que había sido fundada en el siglo XIV.Sin embargo, en el caso del cuadro que nos ocupa, los especialistas coinciden en que el diseño general se debe enteramente al maestro, así como la realización de las partes más destacadas.Trasladada personalmente por el prior del convento desde Sicilia, la obra llegó a España en 1661.No era la primera vez que esta pintura de Rafael era reproducida pues ya en 1517 la había grabado Agostino Veneziano y en 1577 Francesco Villamena, aunque sí se considera la de Cunego la reproducción más perfecta.Seguramente una conservación inadecuada (humedad, xilófagos) había debilitado o combado el soporte original de madera.[12] El asunto representado alude explícitamente a la titular del convento, la Madonna dello Spasimo.Esta leyenda encontró mucho eco en diversas prácticas piadosas, como la devoción a los Siete Dolores de la Virgen o el Viacrucis, una de cuyas estaciones (la cuarta, según la práctica antigua) conmemora precisamente este episodio.El tipo de composición plurifocal que vemos aquí, reaparecerá con mayor desarrollo en obras posteriores, como en la célebre Transfiguración del Vaticano.[17] No obstante, ciertos elementos que aparecen en la obra y su propia concepción monumental pueden considerarse muy novedosos.Es llamativa la insistencia en los elementos dramáticos, comenzando por la propia composición, que como ya se ha señalado evita las formas cerradas propias del clasicismo, y continuando por la iluminación contrastada, con amplias zonas en penumbra y otras a plena luz, o la gama cromática escogida, que huye de la armonía favoreciendo los tonos un tanto estridentes.