Así pues, junto a los antiguos alcornocales y encinares, matorrales silicícolas o prados xerófilos, tienen también cabida de forma intersticial y fragmentada recortes de avellanos o prados silicícolas montanos.
Más allá de los factores estrictamente ambientales, cabe considerar también el sustrato genuinamente rocoso de algunas áreas —y en consecuencia, nada favorable a acoger una cubierta vegetal excesivamente ufana—, toda esta zona se caracteriza por una secular y tenaz incidencia del elemento antrópico.
En su parte superior —de 0 a 1 m— son especialmente abundantes los poblamientos de algas pardas.
Estas praderas constituyen también un hábitat importante para muchos peces litorales, ya que les proporcionan refugio, alimento o lugar para realizar la puesta.
Los fondos arenosos, mezclados con cantos rodados y gravas, alcanzan la máxima expresión en las calas del cabo de Creus.
Esta comunidad constituye un hábitat importante para muchos equinodermos, poliquetos, moluscos (cefalópodos, bivalvos), crustáceos (entre ellos la langosta) y peces litorales (dorada, mero, sargo, etc.).
A mayores profundidades se desarrollan corales blancos, estrellas de mar y crustáceos decápodos como la langosta.
Otros reptiles más frecuentes son el lagarto ocelado (Timon lepidus) o el dragón (Tarentola mauritanica).
El bogavante (Homarus americanus) y la langosta (Palinurus elephas) hacen compañía a una buena variedad de peces entre los que destacan el sardo (Diplodus sargus), la salpa (Zarpa salpa), y el mero (Epinephelus guaza).