La primera huella humana aparece en Peña La Muela, donde hay un interesante poblado celtíbero del s IV a. C. con dos fases de ocupación.
Oseja, en el s XV era ya cristiana, debido a las forzadas conversiones bajo el dominio temporal eclesiástico.
Desde el año 1489 a 1646, el total de habitantes que se indican están basados en unidades fiscales (fuegos), sólo aproximadamente equivalentes a unidades familiares, sin posibilidad de saber el número exacto de habitantes, que podría oscilar entre 4 y 5 miembros, e incluso más si existieron aprendices o criados viviendo en la misma casa.
En estos casos se suele optar por multiplicar el número de fuegos por 4,5 miembros, al igual que lo que se ha hecho con los datos del siglo XVIII, basados en vecinos y no en habitantes.
La tendencia ha sido siempre la marcha de familias enteras hacia puntos de destino con industria o servicios; en primer lugar Zaragoza, y en menor medida Casetas, Ontinar del Salz, Illueca y Barcelona.
La nota característica más negativa es que el éxodo se produce definitivamente, pueden mantener su casa pero se deshacen de sus posesiones agrícolas; y los que retornan, van ya con su pensión de jubilación.
Como villa de fundación musulmana y poblada fundamentalmente por bereberes que desaparecen durante la Baja Edad Media, algunas viviendas aún conservan su fisonomía mudéjar.
Así, se diferencian dos contornos ovales sobre los que se estructuran tres calles de trazado longitudinal que convergen en dos espacios abiertos, creando la plaza Mayor (barrio nuevo) y contorneando el castillo (espacio bereber) en su parte más alta, que da lugar a la plaza de la Iglesia.
Junto a las eras puede verse alguna lumbrera de las bodegas, las cuales se asoman sobre la ladera.
También muestra interés el retablo mayor dedicado a Santa María Magdalena, de mazonería barroca, datado en el siglo XVII, el cual alberga en su parte central un gran lienzo de la titular.
Entre sus obras meritorias destaca la pila bautismal románica (siglo XIII), procedente del primitivo templo y dos retablos de filiación renacentista dedicados a la Virgen del Rosario, con varias tablas pintadas al óleo y a San Blas con escenas del martirio, sobre relieve esculturado, datados en el siglo XVI.
En Oseja conservan las bodegas, ya que la tradición vinícola permanece muy arraigada en la localidad.
En el camino hacia la fuente, horadadas en la roca, las bodegas salpican la ladera del monte.
En este espacio se da un gran protagonismo a la bodega y al proceso de elaboración del vino.
Oseja celebra sus fiestas patronales el 3 de febrero dedicadas a San Blas.