Oscar Smith

[1]​ A fines de 1973, ya elegido Juan Domingo Perón como presidente, Taccone fue nombrado por el gobierno para dirigir la empresa estatal Segba, y al año siguiente Smith fue elegido secretario general de la seccional Capital.

Oscar Smith rechazaba la utilización de custodios cuyo despliegue, por otra parte, causaba desagrado en la población.

Los dirigentes Lorenzo Miguel (metalúrgico) y Casildo Herrera (textil) tenían frente al gobierno una política menos crítica que la de otros dirigentes entre los que se encontraban Armando Cavallieri (empleados de comercio), José Rodríguez (mecánicos), Délfor Giménez (textil) y el propio Smith, entre otros.

Este grupo sostenía vínculos cada vez más sólidos con el Ejército a través del secretario general del arma, coronel Carlos Cúneo, que era el jefe visible de un grupo de oficiales interesado tanto por la política como por la estrategia en la lucha contra las organizaciones guerrilleras cuyos actos de violencia eran cada vez más numerosos.

[3]​ Si bien Smith y los demás sindicalistas sabían que en el curso del Operativo Independencia en la provincia de Tucumán había habido gremialistas peronistas secuestrados y torturados por el Ejército cuando se negaban a colaborar con sus fuerzas, las argumentaciones antisubversivas de los militares no sonaban desmesuradas ni las consideraban ideológicamente criticables.

La Confederación General del Trabajo convocó, en un clima con los más variados rumores sobre renuncias y cambios en el elenco gubernamental, a una marcha a realizarse el 27 de junio en Plaza de Mayo reclamando la homologación de los convenios colectivos que habían sido firmados con aumentos muy superiores a la pauta salarial fijada por el gobierno.

[5]​ Esa misma tarde la Presidenta convocó a los dirigentes gremiales a su residencia de Olivos para exponer sus reclamos y tras oírlos en una breve audiencia transmitida por radio y televisión les requirió que dieran por terminada la concentración pues al día siguiente les respondería.

[6]​ Los dos sectores sindicales integrantes de la CGT mantuvieron visiones diferentes sobre la situación del país.

[8]​ Durante el resto del año y primeros meses de 1976 se barajaron en los medios políticos distintas propuestas para cambiar un rumbo que muchos ya veían como inevitable hacia una intervención de las Fuerzas Armadas, pero todas ellas naufragaron entre otras razones porque la Presidenta se negaba a dejar su cargo y recurría en cambio a reiteradas licencias por razones de salud.

Ese día y los subsiguientes se registraron también muchos secuestros ilegales de personas.

Desde días antes, y gracias a sus contactos militares, Smith sabía que entre las medidas del nuevo gobierno para el sector público estaba la de “restablecer la disciplina laboral, recortando el poder de los sindicatos”.

El comandante en jede del arma, almirante Emilio Massera supo de la maniobra realizada por Smith, no pudo modificar la situación y quedó fastidiado con el general Viola y, en particular, con el dirigente gramial que, a todo esto, había retornado a su trabajo como empleado de Segba sin dejar de actuar reservadamente en los temas sindicales.

Un incendio declarado en la usina Puerto Nuevo de Segba fue denunciado por la empresa como un sabotaje.

Un exsindicalista visitó a Smith y le transmitió una advertencia de parte del general Viola: las cosas iban a empeorar y si no se apartaba del conflicto debía irse del país; sin embargo, ni Smith ni quienes lo rodeaban tuvieron cabal conciencia de la seriedad del mensaje y de las consecuencias de continuar el conflicto.

Dos días después los tres fueron liberados con evidentes signos de las torturas a las que habían sido sometidos.

En la reunión el militar les advirtió a los gritos que si no se normalizaba el trabajo comenzarían las detenciones de dirigentes y esa misma noche el general Viola lo ratificó hablando por radio.

También se publicaron los comunicados n° 5 y 6 de la Junta Militar confirmando la firme posición del gobierno relativa los “delincuentes subversivos” que estaban tras el conflicto.

Smith reaccionó diciendo que no eran privilegios sino “conquistas” agregando en referencia a los militares que “hasta ustedes tienen gratis la nafta, el uso de los autos y a veces hasta la comida” y que “ustedes que se dicen católicos y no dejan de invocar a Dios a cada momento, se dejan apretar por los masones y los están dejando avanzar en el país como si no pasara nada…y lo peor es que la Iglesia tampoco hace nada para parar a los masones”.

El conflicto continuó con medidas de fuerza rotativas, trabajo a tristeza, etc. mientras la conducción se encontraba prácticamente en la clandestinidad, durmiendo en domicilios “alternativos”, eludiendo seguimientos, etc. Una comisión de sindicalistas que entrevistó al ministro Liendo le llevó un documento en el cual además de las críticas a las medidas laborales y económicas se hacía mención a los “presos y desaparecidos”.

Su secuestro fue observado por un empleado de Segba que trabajaba en el lugar, quien lo denunció en el sindicato.

Los allegados de Smith se inclinan a culpar al almirante Massera y a pensar que fue ejecutado el mismo día ya que no había beneficio alguno en mantenerlo vivo pero, por otra parte, la descripción de los vehículos involucrados en el hecho no se ajusta a los que usualmente usaba esa Arma en sus operativos.