Los derechos políticos sólo correspondían a los extranjeros si adquirían la ciudadanía argentina, en cuyo caso estaban sujetos a prestar servicio de armas en las mismas condiciones que los nativos.
Un opositor al gobierno en 1890 afirmaba: “el presidente de la república ejerce de hecho toda la suma del poder público; tiene en sus manos las riendas del poder municipal, las llaves de los bancos, la tutela de los gobiernos de provincia, la voz y el voto de los miembros del congreso y hasta maneja los resortes el poder judicial; desempeña además lo que se llama la jefatura del partido dominante, partidos cuyos miembros son entidades pasivas, que no deliberan ni resuelven nada, ni ejercitan funciones públicas y se han acostumbrado a mendigar al jefe como favor las posiciones que debieran ganar en el comicio con un derecho” (dijo Joaquín Castellanos) La Generación del 80 y el 90 es una de las formas de nombrar al conjunto de hombres que tuvieron a su cargo la dirección económica, política y cultural del país entre los años 1880 y 1890.
Estos hombres, que formaron parte del gobierno y de la administración pública durante las presidencias de Julio Argentino Roca y Juárez Celman, no tenían todos la misma edad y algunos de ellos tenían diferentes opiniones sobre algunos temas.
Roca, que logró concretar su lema de "paz y administración".
Fundamentada en el libre cambio, la política económica de la Generación del 80 puso el acento en la atracción de los inmigrantes y los capitales extranjeros, factores fundamentales para poner en producción las enormes praderas cultivables y lograr la integración a los mercados mundiales.
Pensaban, además, que el progreso estaba asegurado si se confiaba en las fuerzas automáticas del mercado como reguladoras de las actividades productivas.
Desde este punto de vista, sostuvieron que el sufragio universal era una aberración si de cien votantes que concurrían a los comicios, noventa no sabían leer ni escribir.
La Unión Cívica, agrupación reorganizada por Bartolomé Mitre y Leandro N. Alem, inició los movimientos de la oposición, descontenta por lo que consideraba corrupción y falta de responsabilidad en el gobierno.
En abril de 1890, en el mitin del Frontón, se reunió una multitud que manifestó su desacuerdo con el gobierno.
Pero no estaban de acuerdo en los objetivos políticos que debía tener el movimiento contra el gobierno.
La Unión Cívica, particularmente el sector que lideraba Leandro N. Alem, en cambio, se proponía modificar en algunos aspectos el sistema de gobierno.
La Unión Cívica estaba apoyada por un sector del ejército y el gobierno contaba con la policía.
Sin embargo, la revolución fue derrotada, porque ante la posibilidad de que si la revolución triunfaba Leandro N. Alem fuera presidente de la República, los militares rebeldes sólo desarrollaron movimiento defensivos.
Las decisiones y acciones de Roca o de Mitre fueron fundamentales para definir las sucesiones presidenciales o los gabinetes que debían acompañar al primer mandatario.
Desde 1890, la Unión Cívica había aparecido como una organización que produjo un cambio en el modo de hacer política.
Sus dirigentes, aun cuando formaban parte de la clase gobernante, impugnaron la legitimidad del régimen sostenido por la exclusión y el fraude electoral.