Generación del 80

Algunos de los principales referentes literarios de esta generación son Estanislao Zeballos, Joaquín V. González, Luis María Drago, Eduardo Wilde, Lucio V. Mansilla, Miguel Cané y Paul Groussac[1]​, mientras que los referentes políticos fueron los presidentes Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña, José Evaristo Uriburu, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña y Victorino de la Plaza.[2]​ En los medios de comunicación la Generación del 80 encontró expresión en periódicos como el diario La Prensa, dirigido por José C.[3]​ Enfrentó una oposición creciente, conformada por Leandro N. Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Francisco A. Barroetaveña e Hipólito Yrigoyen, que se expresó incluso en levantamientos armados como las revoluciones de 1890, 1893 y 1905.Identificada la Generación del 80 con el amplio período transcurrido entre 1880 y 1916, se ha tendido a dejar de lado las particularidades de los dirigentes e intelectuales más jóvenes aparecidos en los primeros años del siglo XX, que mostraron una orientación claramente diferenciada de la anterior, por lo que no cabría incluirlos en la del 80; por ejemplo, los intelectuales y científicos no tuvieron, casi sin excepción, aspiraciones políticas.[4]​ La Generación del 80 se ubica cronológicamente luego de las llamadas "presidencias históricas" (Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento y Nicolás Avellaneda), pero teniendo en cuenta que este último fue fundador del Partido Autonomista Nacional (PAN) e inició el período de 42 años consecutivos, durante los cuales gobernó el PAN en un virtual régimen de partido único, garantizado por un sistema electoral fraudulento basado en el voto cantado.Se esperaba ver un crecimiento del país en todos los aspectos, tanto económicos, como sociales, culturales y materiales.[7]​ El único período que cuestionó esa esperanza fue la crisis económica de 1890, pero el optimismo general retornó al poco tiempo.Sostenían por ello la necesidad de eliminar la barbarie mediante el orden y afianzar la civilización, trayendo población europea para entrar en las vías del progreso.[13]​ Estas últimas medidas llevaron a un enfrentamiento constante con la Iglesia, que intentó ser defendida por una fracción ideológicamente marginal de la Generación del 80: los líderes católicos, como Estrada, Emilio Lamarca o Pedro Goyena, cuestionaban las posturas anticlericales del grupo dirigente, pero compartía sus ideas liberales.Llevó adelante una política económica liberal que terminó de organizar un modelo agroexportador, compatible con la división internacional del trabajo impuesta por el Imperio británico,[15]​ que poco antes había derrotado al Imperio chino en la segunda guerra del Opio (1856-1860).Por otra parte la población asentada en los territorios indígenas conquistados no fueron provincializadas, impidiendo así que sus habitantes pudieran acceder a los derechos políticos (elección de representantes legislativos y ejecutivos).En el gobierno hubo también tibios avances para intentar calmar los reclamos obreros al crear el Departamento Nacional de Trabajo en 1907.
El General Roca ante el Congreso Nacional (c. 1886-1887), por Juan Manuel Blanes .