No se contentó con discutir con Hitler y Mussolini el reparto del imperio colonial francés a cambio de su promesa de participar en la guerra al lado del Eje.
Pétain olvidó su amistad con Franco y adoptó una postura de firmeza.
[8] A Franco le quedaban otras opciones, entre los cuales estaba la propaganda.
Sin hacer caso omiso de la protesta, la estación madrileña repitió el llamamiento en septiembre.
Arriba culpaba a Francia por los malos tratos sobre los trabajadores españoles de Orán.
[10] Las fogosas crónicas del semanal Domingo contra el poder colonial de Francia sentaron muy mal a los diplomáticos franceses.
En Madrid donde vive una pequeñita colonia del país vecino, hay un liceo francés.
La fiebre imperialista alcanzó Barcelona: carteles aparecieron sobre las murallas de las casas y en las plazas públicas, alegando, entre otras cosas, que Orán era "para España".
[12] En Sidi Bel Abbes, un mapa del nuevo imperio colonial español basado en el libro, adornaba las paredes del cafetín de las Uniones Latinas, la sede de los nacionalistas españoles.
[15] El cónsul Bernabé Toca, en funciones desde septiembre de 1939, se comportaba como el verdadero dueño del Oranesado, humillando sin vergüenza al prefecto francés Louis Boujard.
En Sidi bel-Abbès, sede de la subprefectura donde vivían 25 000 habitantes, triunfaba la propaganda falangista bajo la dirección del cónsul Ruiz de Cuevas que logró reclutar a 500 miembros y 100 simpatizantes para Auxilio Social.
El religioso se refugió en Melilla donde se dedicó, después del desembarco americano en noviembre de 1942, a dirigir el movimiento de sublevación contra la tutela francesa, aunque Franco había oficialmente renunciado a su proyecto imperial.