Estos diferentes empleos se ejercían antiguamente en los monasterios por religiosos que elegia y deponía el abad según su voluntad: cada uno de ellos estaba contenido en los límites de su comisión y la desempeñaba con la más estrecha dependencia del superior del monasterio.
Mas si se siguió este último partido, los abades sin perder nada de sus derechos encargaron aquellos religiosos en quienes reconocían cierta capacidad para los negocios, la administración de los bienes que poseían en campos más o menos lejanos.
Los demás oficiales del monasterio, tales como los que hemos nombrado anteriormente y cuyo oficio tenía fincas particulares afectas a su destino, se apropiaron las rentas a ejemplo de los priores foráneos y cada uno formó mesa aparte, según manifiesta Tomasino.
Se violó de modo que se hicieron los prioratos que solo eran simples obediencias y oficios claustrales revocables ambos a voluntad del abad, verdaderos beneficios absolutamente independientes, sin exceptuar las cargas anejas por su naturaleza a los oficios claustrales y las que los abades tuvieron buen cuidado de imponer en provecho suyo a los prioratos.
se ejecutase, llegaron los abusos en poco tiempo a ser mucho mayores que en el pontificado de Inocencio III, aunque ya fuesen bastantes.
útil, vel inútil, que se habían dirigido a este mismo papa con el objeto de poseer irrevocablemente simples administraciones; por otro lado, los abades para gratificar a los clérigos seculares, les daban empleos monacales ya convertidos en beneficios; los religiosos sufrían esta mescolanza, pues hacia su estado menos incómodo y esta misma razón les hizo dar beneficios a legos, como lo prueba un Concilio de Francia, celebrado en 1235.
Mas al mismo tiempo este concilio hizo un canon que tendía a reformar todos estos abusos.
El canon del Concilio de Viena no se observó exactamente con relación a la regla Regularía regularibus.
Los prioratos no conventuales fueron la mayor parte dados en encomienda y se hicieron seculares por prescripción.