Numa Pompilio

Fue además el creador de las principales instituciones religiosas,[2]​ y se dice que mandó edificar el templo de Jano, al pie del monte Argileto.

[3]​ Los romanos en esta época tenían una costumbre: cerrar las puertas del templo en señal de paz, abrirlas cuando Roma estaba en guerra.

Durante el reinado de Numa Pompilio, las puertas permanecieron siempre cerradas.

Según Plutarco, Numa Pompilio fue el primer rey que organizó una corporación de artesanos.

Instituyó ocho clases: flautistas, orífices, carpinteros, tintoreros, zapateros, curtidores, broncistas y alfareros.

A su muerte le sucedió Tulo Hostilio y años más tarde su nieto Anco Marcio, quien fue el cuarto Rey de Roma.

Además del respaldo de Júpiter, se cree que tuvo una relación directa y personal con un número de deidades, la más célebre la ninfa Egeria, quien acorde a la leyenda le enseñó a ser un legislador sabio.

[4]​ Plutarco sugiere que se aprovechó de la superstición[5]​ para darse a sí mismo un halo de temor reverencial y fascinación divina, para así poder cultivar comportamientos más amables entre los belicosos romanos primigenios, tales como honrar a los dioses, respetar la ley, comportarse humanamente ante los enemigos, y vivir apropiadas vidas respetables.

Plutarco[6]​ (citando a Valerio Antias) y Livio[7]​ anotaron que a petición suya fue enterrado junto a estos "libros sagrados", prefiriendo que las normas y rituales que prescribían fueran preservados en la viva memoria de los sacerdotes del estado, en vez de conservarse como reliquias sujetas al olvido y al desuso.

Según Plutarco[6]​ estos libros fueron recuperados unos 400 años después (en realidad casi 500 años, por ejemplo en 181 a. C. según Tito Livio)[8]​ con ocasión de un desastre natural que expuso la tumba.

Dionisio de Halicarnaso[9]​ da a entender que fueron conservados bajo un enorme secretismo por los pontifices.

[10]​ En tiempos de una epidemia pestilente que estaba generando estragos entre la población, un prodigio tuvo lugar: una ancila cayó desde el cielo.

Cuando Petilius lo abrió tras el consejo de sus amigos, aquel que estaba inscrito con el nombre del rey estaba vacío, el otro contenía dos pilas con 7 libros cada una, que estaban incompletos, pero parecían recientes, 7 en latín que versaban sobre la ley pontifical y siete sobre filosofía griega tal y como si perteneciera a ese pasado remoto.

Óleo sobre lienzo Numa Pompilio recibe de la ninfa Egeria las leyes de Roma (1806) de Felice Giani .