Neohistoricismo

Los académicos neohistoricistas comienzan su análisis de los textos literarios, intentando observar otros textos—literarios y no literarios— a los cuales un público letrado tuvo acceso en el tiempo de la escritura, y lo que el autor original del texto debió haber leído.

En este sentido, las obras de Shakespeare son vistas como inseparables del contexto en el que fueron escritas.

Sin embargo, mientras el marxismo (al menos en sus formas más superficiales) tiene a ver a la literatura como parte de una superestructura en la que la "base" económica (e.j: relaciones de producción materiales) se manifiesta, los pensadores del neohistoricismo presentan una visión más matizada del poder, viéndolo no sólo como relacionado en clases, sino en su extensión social.

No obstante, los neohistoricistas acostumbran a exhibir menos escepticismo que los postmodernistas, y muestran más voluntad en realizar las tareas "tradicionales" del criticismo literario: explicando el texto en su contexto, e intentando demostrar lo que significó para sus primeros lectores.

Sin embargo, el neohistoricismo difiere de ambas tendencias en su énfasis sobre la ideología: la disposición política, desconocida por el propio autor, que impera sobre su obra.

Aunque la influencia de filósofos como el estructuralista marxista francés Louis Althusser, y los marxistas Raymond Williams y Terry Eagleton, fue esencial para moldear la teoría del neohistoricismo, se le debe dar mucho crédito a la obra llevada a cabo por Foucault.

Además, es evidente que las categorías de la historia usadas por los neohistoricistas se encuentran estandarizadas académicamente.

Como sostiene Carl Rapp: «Los neohistoricistas a menudo parecen estar diciendo: “Somos los únicos con la voluntad de admitir que todo conocimiento está contaminado, incluso el nuestro”» (Myers, 1989).

Stephen Jay Greenblatt