La práctica imperial española destacó porque la nobleza indígena, pese a ser desiguales ante la ley con la nobleza castellana (en materia civil), si eran iguales ante el derecho como personas humanas en igualdad de dignidades con los europeos, donde el Rey de España y la Iglesia católica exigían en las Leyes de Indias que se les tenga el mismo respeto a los indios que a cualquier súbdito de la Corona de Castilla, y por tanto, a los nobles indios darles el mismo honor que a cualquier noble del mundo por derecho propio (mereciendo los mismos privilegios en todo ámbito social).
[1] Mientras que usualmente otros imperios coloniales consideraban que el estado les daba una concesión a estos nobles indios para reconocer sus privilegios, por motivos Utilitarios, y que por tanto no eran nobles por derecho propio, si no por Razón de Estado (no teniendo muchas garantías de sus privilegios ante el derecho).
Entre los privilegios reconocidos a los indios principales (caciques siendo dueños de Mayorazgos similares al Feudo europeo), destacaba lo siguiente.
A su vez, se suscitaron controversias con este estamento, debido a que muchos indios plebeyos del común se hacían pasar por nobles, cuando en realidad eran simples indios ordinarios y tributarios, pero con cierta influencia económica o política (sea por ser miembros de la burguesía mestiza, o estar casados con figuras de poder criollas y peninsulares, etc), buscando privilegios con arreglo de documentos o incluso falsificación.
[5] En este grupo se clasificó a aquella elite indígena que se negó a colaborar con los funcionarios españoles (pues, por ser paganos, fueron impedidos de participar del sistema virreinal), y que terminaron destinando todos sus esfuerzos en son de mantener su independencia como sus tradiciones ancestrales de manera radical (despreciando el intercambio cultural con Occidente).
Es decir que un gran sector de la elite indígena vinculada a la resistencia incaica quedó extinta.
[12] Sin embargo, generó gran controversia por lo que se consideró un abuso por parte de las autoridades españolas, y provocó que la Inquisición española en América no considerara válido juzgar a los indios, pues el ser Cristianos neófitos les daba Presunción de inocencia del delito de herejía, por no tener la fe tan arraigada.
También se reportaron caciques que empezaron como falsos conversos y recibieron castigos (como los nobles Marcos Hernández Atlaucatl o Carlos Chichimecatecatl), los cuales consistían de recibir 100 azotes, rapado de cabeza, destierro por 2 años (en algún monasterio) y ser inhabilitados para la participación en instituciones políticas, por causa de defender creencias como la Poligamia, Incesto, Idolatría o Anticlericalismo.
[12] En este grupo se situaba toda la nobleza indígena que deseo colaborar con los españoles, aceptando así todos los requerimientos exigidos para constituirse como vasallos del Rey de España y así recibir su protección en la Sociedad política indiana.
Así mismo, existió un grupo de caudillos y sabios indígenas plebeyos del común (Indios auxiliares), los cuales buscaron ascender socialmente, sobre todo que se les reconozca un estatus del que no habían gozado en el pasado, pero que ellos se atribuían merecedores por sus servicios ante los conquistadores españoles y al Imperio español.
[5] En general, la nobleza indígena cristiana mantendría intacto sus privilegios, y su estatus quedaría reconocido por un gobierno superior hasta principios del siglo XIX.
Por otro lado se instituye en 1595 el Consejo de los 24 Electores Incas de Alférez Real de los Naturales del Cuzco donde se reúne a los Incas católicos que pertenecían a la Casa Real Hurin Qosqo y Hanan Qosqo para la elección del Alférez Real, Alcalde Mayor y Alguacil Mayor.
[19][22][23] Al final los nobles indígenas tuvieron una larga trayectoria en la sociedad colonial como figuras sociales de gran importancia y siendo autoridades muy leales al Ejército Real del Perú, así como muy queridas entre los Ayllus indígenas y de campesinos mestizos por velar por sus derechos (aunque también se presentaron casos de malos nobles coludidos con funcionarios criollos y peninsulares corruptos que perjudicaban el interés de las comunidades bajo su protección).
[18][23] La llegada de las corrientes libertadoras encabezadas por San Martin y Simón Bolívar conllevaron una nueva ruptura entre la nobleza indígena, quienes pese a estar debilitados para la década de 1820, hubo quienes participaron en la guerra, en su gran mayoría apoyando a los realistas (como Dionisio Inca Yupanqui), en otros casos ayudando a los independentistas (como Ignacio Ninavilca) o incluso coqueteando con ambos bandos (como Mateo Pumacahua).
Su vida pública se podía rastrear hasta 1839, donde recibieron al presidente Agustín Gamarra tras la caída de la Confederación Perú-Boliviana.
En 1537 se fundaría la «Orden de los Caballeros Tecles», que buscaba ser una refundación cristiana del sistema ritual prehispánico para conseguir al rango de Teuctli, que eran caballeros o señores.
[33] La Corona británica intentó en varias ocasiones que los indios en América del Norte adoptasen el sistema de gobierno europeo.
Se destacó el proyecto emprendido por Sir Alexander Cumming en la década de 1730 para crear un Imperio Cherokee, donde Amo Adawehi sería su emperador (Uku) por gracia de Jorge III del Reino Unido (quien lo reconoció como tal), pero la mayoría de clanes apaches (aproximadamente 30) no reconocieron la soberanía del Rey Moytoy I, ni tenían la voluntad de ir a Londres, ya que Amo Adawehi tenía responsabilidades similares a las de tesorero y embajador, y únicamente había sido elegido por los cherokees para negociar el comercio con los ingleses, no siendo algún representante militar o jefe político (por tanto, los afines a Cumming le crearon un estatus que no poseía entre la nobleza cherokee).
[39][40] Expedicionarios como Ryan Ridge y Thomas Dudley señalaban que la organización de las tribus del norte se parecía al de las “antiguas ligas helénicas”, es decir una proto-democracia que los ingleses no lograron comprender.