En Extremo Oriente, la principal tradición (de inspiración china) es un concepto inverso: los títulos se desvalorizan con el paso de las generaciones (se supone que los méritos del noble presente honran a sus ascendientes, no a sus descendientes).
Los feudos, inicialmente confiados a una persona que podía ser removida de su cargo en cualquier momento por la voluntad del emperador o rey, se convirtieron en hereditarios, vinculados al noble capaz de defenderlos militarmente (por ejemplo, la castellanía -guarda de un castillo, cargo idéntico al que en Japón se denominaba shogun-, la marca fronteriza o el condado) y que ejercía las funciones dominicales (las del señor feudal -cobrar impuestos, impartir justicia-), lo que también explica porqué tales funciones se convirtieran en títulos de nobleza (burgrave, margrave).
Las monarquías parlamentarias o constitucionales contemporáneas siguen siendo hereditarias, aunque está en discusión la tradicional primacía el varón sobre la mujer en la sucesión.
[3] En muchos países de Europa los títulos pueden ser heredados por todos los herederos masculinos de una familia, cuyos miembros compartían el mismo título al mismo tiempo (por ejemplo, la nobreza szlachta en Polonia o la nobleza alemana que se formó en el Sacro Imperio Romano Germánico).
Los títulos u oficios de corte, como los ingleses Earl Marshal[4] y Lord Great Chamberlain, aunque inicialmente designaban tareas domésticas realmente efectuadas en la vida cotidiana de la corte, en su mayoría se convirtieron en "sinecuras", o sea, cargos puramente ceremoniales sin funciones efectivas.