Dos años después comenzó una estricta formación militar que se prolongaría durante década y media.
No obstante, Miaskovski acudió a las clases de Anatoli Liádov y el propio Rimski-Kórsakov.
A Miaskovski le era más afín la escolástica del Conservatorio que a su joven compañero, echando raíces pronto en la tradición musical rusa, que desde el comienzo asimiló con una perspectiva muy personal, como demuestra la Sinfonía n.º1 (1908).
La labor compositiva de Miaskovski se interrumpió al estallar la Primera Guerra Mundial, cuando en 1917 se pasaría a las filas del Ejército Rojo aun cuando no estaba comprometido con el comunismo.
Nikolái Miaskovski ya había aceptado la invitación de servir en el Estado Mayor Naval del Ejército Rojo cuando recibió esa impactante noticia.
En los años treinta el compositor empezó a componer la música menos complicada y más alegre (desde la Sinfonía n.º 11).
Ese concepto de arte fue impuesto porque correspondía al cual se consideraba interesante para el proletariado.
Entre las obras del período medio cabe destacar la lúgubre Sinfonía n.º 13 que está llena de ansia y tristeza.
Su dramatismo fue inspirado por la catástrofe del avión Maxsim Gorky, la que había ocurrido en mayo de 1935.
Estas obras se caracterizan por la ideología comunista, las melodías de bailes y por el primitivismo.
La combinación de tonalidades claras y oscuras está hecha con gran maestría.
Ahí Miaskovski compuso la Sinfonía n.º 22 dedicada a la lucha contra el fascismo.
Es un altísimo ejemplo del romanticismo tardío en el que logró la cumbre de la maestría polifónica y la belleza melódica.
Por ejemplo, la sinfonía n.º 25 fue caracterizada como «un disparate filosófico» cuyo espíritu era ajeno a la sociedad soviética y la clase obrera.