Neopitagorismo

Sin embargo, a mediados del siglo I antes de Cristo hubo un movimiento que pretendió restaurar la filosofía, la ética y el misticismo pitagóricos.

Otros romanos siguieron estas ideas, que acaudillaron figuras como Vatinio y los Sextianos; también fue un importante neopitagórico Moderato de Cádiz, pero fue en Alejandría donde se concentraron los filósofos neopitagóricos más activos, prolongándose esta corriente durante el segundo y tercer siglo de la era cristiana y expandiéndose desde allí a todo el Imperio.

El Neopitagorismo se configuró en torno a estas características propias: Los neoplatónicos y los pitagóricos hicieron causa común para oponer su propio sistema de regeneración espiritual al cristianismo y como consecuencia de esto llegaron a una cierta mixtura ecléctica, de forma que ambas doctrinas se interpenetraron, asimilando además otros elementos platónicos, aristotélicos, estoicos y orientales.

También un tratado Perí thysión (Sobre los sacrificios), donde defendía una especie de monoteísmo centrado en Helios, con diversas deidades secundarias.

Nicómaco de Gerasa (Arabia) escribió una Arithmetiké eisagogé (Introducción aritmética) y una Arithmetiká theologoúmena (Teología aritmética); para él los números traducían exactamente la realidad y los asimiló a las Ideas divinas o arquetipos de las cosas.

[1]​ Eran los tiempos en que determinadas sectas, alejadas de la religión estatal romana, debían reunirse en secreto, pues no podían practicar sus cultos abiertamente.

Por eso, se construyó este edificio subterráneo, con forma de basílica, con tres naves, separadas por pilares que soportan arcos y ábside central, donde se situaba el dios Apolo.

Busto de Pitágoras .
Moneda con la efigie de Apolonio.
Pitágoras en una moneda.