Neócoro

Su tarea era proteger el templo, mantenerlo limpio, decorarlo, controlar su acceso, verificar que no hubiera sacrilegios o guardar los utensilios sagrados de los sacrificios.

En los siglos II y III se establecieron templos para el culto de los emperadores romanos y entonces era un título honorífico de orgullo el ser nombrado neócoro como sacerdote para el culto al emperador, otorgándose este honor a altos oficiales.

El título pasó a ser tan distinguido, que las mismas ciudades lo tomaron algunas veces, constituyéndose protectoras de ciertos templos.

Incluso ciudades enteras en el este del imperio recibieron el título de neócoro en monedas e inscripciones al erigir un templo para el emperador.

En algunas provincias, como en Asia hubo competencia entre las ciudades, para obtener la mayor cantidad de neócoros posibles.